Recuerdo la soledad, el silencio que tus manos dejaban en la piel de mi memoria, los besos que se consumían en el fuego de tus labios, la felicidad que se acurrucaba entre tus pechos. Recuerdo las habitaciones vacías, las caricias escritas en los rincones perdidos de tu cuerpo, la dulzura de las miradas que no esconden nada. Recuerdo la gracia de tus besos pero he olvidado la condena de tu nombre.
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