Se elevó,
inmaterial,
entre algodones
etéreos,
un garabato,
liviano,
dibujado en el
firmamento.
Ascendió
una pluma mecida
en la nada,
una volátil
bailarina de papel
dibujando
cabriolas imposibles.
Prisionera,
de invisibles
cadenas que la atan
al inmenso azul
que la contiene.
Se debate,
furiosa,
fintando al aire
que al oído
le susurra,
jugando con sus
alas invisibles
que la mecen
ligera e insustancial.
Intenta huir,
¿pero dónde?,
el cielo es tan
azul, tan inmenso,
solo hay cielo, y
más cielo,
por doquier.
Se recuesta sobre
el viento
cabalgando sobre
olas imaginarias,
y gira, y gira,
ebria de placeres
aéreos
que la rozan con
premura
y timidez.
Es una hoja,
mecida por brazos
ausentes
en un vacío
celeste.
Y vuela, danza
grácil,
en un escenario
inventado
por los tímidos
gestos
que dibujan mis
manos.
¡que belleza!,
el efímero vuelo
de un deseo
columpiándose en
el cosmos
del eterno azur
que la acaricia.