Sueño abrazos que nunca me han dado, veranos eternos que me dejaron caricias efímeras, versos que nunca escribí pero que dan sentido a mi vida. Sueño inviernos tan fríos que hasta el corazón se me heló para siempre, un orgasmo perdido que pone el sonido a una adolescencia atrevida, la chica de la clase que me hizo escribir miradas ausentes. Sueño una tarde de otoño donde mi mano encontró el calor de la tuya, el murmullo de las olas recitando versos de espuma, el beso que nunca me diste y esperé toda la vida.
Sentado en este viejo banco, cuyas cicatrices me hablan de enamorados, aún contemplo atardeceres que una vez compartimos, puestas de sol reflejadas en el negro de tus pupilas, ausencias tan largas que incluso el tiempo ha enmohecido. La distancia se ha hecho una tristeza insufrible, una amalgama de preciosos recuerdos que visten instantes eternos, y aunque tus besos ya no estén aún puedo sentirlos correteando por mis labios. Sentado en este banco veo los atardeceres imperfectos que tantas veces los dos contemplamos, siento como tu mano aun se aferra a la mía, como tu sonrisa aún pone la banda sonora a toda mi vida. Sentado en este banco aun espero que vuelvas aunque sé que te has ido para siempre.
EL CIELO SE TIÑE DE SUEÑOS PÚRPURA
DE LÁGRIMAS DE FUEGO QUE LLORAN TU AUSENCIA,
Y MIENTRAS EL SOL BOSTEZA EN EL HORIZONTE
SON TUS BESOS LOS QUE ME ABRIGAN DEL FRÍO.
ATARDECERES IMPERFECTOS QUE VIVEN EN MI MEMORIA
Y FUERON CREADOS EN LA TERNURA DE TU CORAZÓN.