La tristeza no puede durar para siempre, no puedo perder princesas a diario, ni vivir en la agonía de los finales infelices. No quiero ser un naufrago en el mar de la nostalgia, ni escribir poemas sin tener un corazón donde publicarlos. Quiero encontrar a Blancanieves y enamorarme de su madrastra, quiero que los cuentos que me cuentas se hagan realidad, que viaje allá donde solo los sueños pueden llegar. Escribir besos en la piel de mujeres de fuego y que mi corazón nunca se llegue a quemar, que mi mirada se pierda tras la estela de una sonrisa que pasa de largo, que mire como el mundo se derrumba a mi alrededor y nada me importe, que pueda sentarme en el monte del destino y ver como se consumen los amores prohibidos. La tristeza se marchará algún día, cogida de la mano que le tiende el destino, cansada de pasear por las avenidas vacías de un corazón roto, aburrida de atormentar los recuerdos. En algún momento y en algún lugar me encontraré con aquel niño que un día fui, con las palabras huidas que ahora me da miedo encontrar, con la reina de corazones que reina con desprecio en el país de las maravillas, con esa Alicia cansada que solo quiere regresar a casa. Me gustaría girar en una esquina del tiempo y encontrarme con aquella preciosa Caperucita Roja que le plantaba cara al lobo feroz, con la belleza serena que desafía al paso del tiempo y permanece incólume en los atrios del pasado, descansar del combate en ese lugar donde solo pueden descansar los auténticos guerreros. Quisiera blandir una espada ante una horda interminable de demonios dispuestos a desgarrar en mil jirones mi alma y esbozar una leve sonrisa mientras la muerte me mira a la cara. Quisiera besar de nuevo a aquella tímida Cenicienta que nunca pudo llegar a tiempo al baile y se quedó sin su príncipe azul, susurrarle al oído, muy bajito, que yo tengo su zapatito de cristal y lo guardaré por siempre jamás. A veces, cuando el mundo me deja soñar, cuando la melancolía da una tregua a mi angustia, cuando las ciudades se quedan vacías y el silencio es un viajero invisible que llega hasta los confines de la memoria recuerdo todos los cuentos que me solías contar, aquellos finales felices que escribías en el ocaso de los días, las palabras que nunca se fueron, las miradas que viven de okupas en los recuerdos. La tristeza se irá como esos nubarrones negros que dejan empapados de silencios los rincones del tiempo pero pasan alejados por eso viento frío que viene del norte y deja impolutos los rincones del desconsuelo. Busco mi dama y solo soy un vagabundo que se detiene en los confines del mundo a contemplar toda esa belleza que se marchita cuando la roza la desidia, cuando los fantasmas de la rutina hacen de tu vida un castillo inexpugnable, cuando basta una mirada para dar por finalizada una guerra. Me gustaría encontrarme con la diosa fortuna y jugar una partida de dados con ella, jugar a juegos prohibidos con el destino y despertarme una mañana y que tú estés a mi lado.
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