La luz era un tenue balbuceo de imágenes borrosas decorando la fría estancia. Se acurrucó como un pájaro herido en las esquinas del tiempo donde florecen tristezas húmedas, dejó su alma entre los sollozos inconsolables de amores que emigraron a corazones más cálidos, y dibujó un corazón roto con la saliva de unos labios que nada sabían de besos. Las lágrimas dibujaron despedidas eternas y pasiones efímeras, manantiales de caricias donde sacian su sed los deseos perdidos, un río cristalino de pena horadando las ausencias impuestas. El silencio llenaba las paredes, el suelo, el alma. los recuerdos, las imágenes casi borradas de una existencia deslavazada, la melancolía era un monstruo de tentáculos infinitos que asfixiaba su vida, un terrorífico coloso de angustia ahogando la monotonía de una vida descascarillada por besos insípidos y palabras romas. Se dejó llevar por los abrazos fingidos que deambulaban por lo bulevares rotos y las callejuelas del olvido, por los sentimientos harapientos que vagabundean por las avenidas de los deseos rotos, por las pasiones efímeras que lo devoran todo a su paso. La soledad lo besaba a diario, paseaba por los silencios como un tímido poeta cuyos versos se habían olvidado y lloraba palabras que jamás acariciaron sus labios. Se sumió en un sueño profundo custodiado por los fantasmas que suelen regresar del pasado, nadó desnudo en el mar de los apetitos carnales por donde navegan los veleros de las caricias ocultas y descansó de los amores sin tiempo en las destartaladas islas de la necesidad donde solo habita el pecado. Escribió con la dulzura de sus ojos historias sin finales felices, placeres escondidos entre las hebras que tejen el destino, momentos que siempre visitaban sus sueños pero nunca quisieron pasar un ratito a su lado. El tiempo jamás se detuvo a esperarlo, pasaba de largo dejando ese tenue perfume que te lleva a lugares donde nunca has estado, esculpiendo con humo la vida en la que tus sueños han quedado atrapados. Y un día cualquiera, cuando la lluvia es una tenue caricia que resbala por las estrías del cielo, miras a través del cristal de una sucia ventana y ves toda la belleza que habita en esos pequeños detalles que hacen de la vida una preciosa dama que hay que besar a diario.
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