Llegó de
madrugada,
sobria, serena,
silenciosa,
envuelta en
soledad,
fría como el
olvido.
Sus manos hechas
de pena
se posaron en su
alma,
un sudario blanco
y tosco
vistiendo un
cuerpo gris.
Lágrimas
inquietas,
hilos de cristal
rotos
arrancados de la
esperanza,
el ocaso de unos
lamentos
enmarañados en la
pena.
Llegó de
madrugada,
extraña, triste,
sucia,
sin coro de
ángeles,
sin promesas
baldías,
muda y ciega;
sencilla como el
silencio.
El vacío de sus
ojos
se posó en el
sufrimiento,
un ángel de alas
raídas
devorando el
tiempo marchito;
solo quedó la enjuta
nada
rompiendo en la
ausencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario