Los años han desfilado como notas dulces entonando melodías efímeras que han dejado una huella profunda en la melancolía. Aún recuerdo mis años de alumno aplicado, mis ansias de acaparar conocimientos, mis días vividos en las aulas del colegio, momentos que aún guardo en lo más íntimo de mis recuerdos. Y entre esa amalgama de evocaciones está la imagen de mi maestro, porque he tenido muchos, pero solo uno es y será mi maestro. Una persona que despertó mi amor por los niños, por la docencia, un ser humano extraordinario con un amor por la enseñanza y el conocimiento infinitos. Yo he tenido la suerte de formar parte no solo de sus clases sino también de su vida, y eso ha sido uno de los grandes privilegios de los que he podido gozar en mi juventud. El tiempo ha difuminado muchos momentos pero ha dejado intactos otros muchos, como las clases de matemáticas y esa frase que aún me hace dibujar una sonrisa: "Aguilera sal a la pizarra", o la tabla periódica de los elementos químicos y esa pregunta contrarreloj: ¿Símbolo del fósforo?. Cuando eres un niño no das la suficiente importancia a las cosas ni a las personas, pero cuando el tiempo pasa el verdadero valor de las mismas se atesora en un lugar privilegiado del corazón, y esas no se olvidan nunca. Recuerdo las navidades en su casa, en la habitación de arriba, él siempre con un libro en la mano, estudiando, y yo resolviendo progresiones geométricas, es increíble el cariño con que recuerdo esos instantes y lo mucho que los echo de menos. Aún conservo el "inoxcron", el bolígrafo plateado con sus detalles dorados, un regalo precioso y una demostración de cariño que caló muy hondo en mí. Los veranos en la cochera o en su casa, siempre inquieto y nervioso intentando terminar la tarea para que se sintiese orgulloso de su alumno. El tiempo pasa, y a veces te distancias un poco de las personas, es la vida que pasa y no se detiene a esperar a nadie, pero mi viejo (y lo digo con todo el cariño y la admiración del mundo) maestro no se ha ido nunca de mi memoria, está ahí perenne, enseñándome a ser mejor persona y mejor maestro con mis alumnos de baloncesto. A veces admiramos a deportistas, cantantes o actores, y olvidamos quien se merece de verdad nuestra admiración, yo admiro a "Don Juan", como todo el mundo lo conoce, por su dedicación, por ser la persona que es y porque no habrá mejor maestro que él. Forjó una parte de mi carácter, la más importante, la de ayudar a los demás y dar sin esperar nada a cambio, la de transmitir conocimientos con ardua vocación y lo que aún es más importante, auténticos valores. Ahora escribo casi a diario, es un placer que desnuda mi alma y alimenta mi espíritu, y cada vez que mis versos besan el blanco del papel no puedo dejar de pensar que soy lo que soy gracias a sus consejos, porque cogió entre sus manos un niño y modeló un hombre, modeló un maestro que aspira a ser un reflejo de su grandeza como persona y educador.
Puede que el tiempo pase pero mi admiración, mi cariño y mi respeto por mi viejo maestro perdurará siempre.
Este es mi humilde agradecimiento por todo lo que me ha dado y por todo lo que me ha enseñado.
LAS VERDADERAS ENSEÑANZAS NOS ACOMPAÑAN TODA LA VIDA
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