Busqué
el silencio,
en
el murmullo apagado del tiempo
en
el desfile de mujeres frías
usurpando
mi lecho caliente.
Busqué
la gloria,
en
los compungidos campos de sueños
en
las miradas huérfanas de orgullo
de
ojos heridos por la rabia ciega.
Busqué
la inspiración,
en
la belleza ausente de gracia
en
los salones lúgubres del martirio
donde
vaga la arrogancia perpetua.
Busqué
la esperanza,
en
unas manos canosas dando clemencia
en
los altares de dioses arrogantes
que
escupen veneno hecho palabras.
Busqué
la comprensión,
en
la mira fría de un fusil oxidado
en
el acero glacial del desafío caído
rompiendo
contra voluntades de papel.
Busqué
el amor,
en
los labios que sueñan con besos
en
las curvas gráciles que pintan deseos
con
el aroma caduco a sexo y excesos.
Busqué
la inocencia,
en
un rostro manchado de hambre
en
los gritos que pasean la esperanza
por
los salones del eterno infortunio.
Busqué,
y no hallé nada,
la
duda cabalgando desnuda,
el
miedo vestido de fiesta,
el
amor malherido de tedio.
Busco,
la soledad hecha andrajos
huyendo
de la escena del crimen,
el
sabor a nostalgia de un himen
los
besos que regalan su amparo.
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