El deseo se dilata entre la cálida belleza de tu entrepierna, se estira, se convulsiona, se agita como un niño travieso que se deleita con las maravillas que dan forma al placer de los sentidos. El tiempo se para, suspira, se pierde entre las manos que descubren paraísos ocultos. La vida pasa, se evapora, se funde entre dos cuerpos que se abrazan a la dulce fantasía.
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