jueves, 15 de marzo de 2018

MI TITA LOLA

Las generaciones pasan, dejan su impronta en la memoria de los que se quedan como suaves caricias en la piel de la nostalgia, y aunque sus corazones han dejado de latir aún podemos escucharlos palpitar en los eternos silencios que brotan de su ausencia. Se ha ido una de las personas que más he querido, una mujer que ha cuidado de mí desde que yo tengo memoria y la tristeza que empaña mis sentimientos es un tupido velo de recuerdos que se aferra a mis entrañas como las terribles fauces de un depredador herido. La vida es sueño, decía el príncipe Segismundo de Calderón de la Barca, y eso es lo que me dejas, sueños de una época lejana donde corría por los bancales baja tu atenta mirada, sueños donde aún puedo abrazar a mis abuelos y dormir en aquel colchón de lana en casa de mis tíos, sueños de un niño pequeño que podía sentir todo el cariño que manaba de tu corazón.
Ya estáis todos juntos, en ese cielo hecho de campos cultivados que tanto amabais, ahora podéis charlar los cuatro en torno a una sartén de migas y unas habas recién recogidas, juntaos todos frente al rincón y hablar de aquellos tiempos de juventud y mocedad que crearon vínculos eternos en vuestros corazones.
Ya te has ido, silenciosa, cálida, dulce, como ese suspiro que escapa de unos labios cansados y crea una queda melancolía en el alma. Te has ido y te has llevado un poco de mí contigo, un poquito para que pueda estar siempre contigo, para poder abrazar de nuevo a mis abuelos y mi tío que tanto añoro y dejar correr mis lágrimas por las delicadas mejillas de vuestros recuerdos. Te has ido y el vacío de tu partida es un canto íntimo en el inmenso páramo de la tristeza.



LA SOLEDAD SIEMPRE ME PERMITE ESTAR CONTIGO
Y SÉ, QUE ALLÁ EN EL CIELO, TÚ ESTÁS CONMIGO.

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