La luz era un tenue balbuceo de imágenes borrosas decorando la fría estancia. Se acurrucó como un pájaro herido en las esquinas del tiempo donde florecen tristezas húmedas, dejó su alma entre los sollozos inconsolables de amores que emigraron a corazones más cálidos, y dibujó un corazón roto con la saliva de unos labios que nada sabían de besos. Las lágrimas dibujaron despedidas eternas y pasiones efímeras, manantiales de caricias donde sacian su sed los deseos perdidos, un río cristalino de pena horadando las ausencias impuestas. El silencio llenaba las paredes, el suelo, el alma. los recuerdos, las imágenes casi borradas de una existencia deslavazada, la melancolía era un monstruo de tentáculos infinitos que asfixiaba su vida, un terrorífico coloso de angustia ahogando la monotonía de una vida descascarillada por besos insípidos y palabras romas. Se dejó llevar por los abrazos fingidos que deambulaban por lo bulevares rotos y las callejuelas del olvido, por los sentimientos harapientos que vagabundean por las avenidas de los deseos rotos, por las pasiones efímeras que lo devoran todo a su paso. La soledad lo besaba a diario, paseaba por los silencios como un tímido poeta cuyos versos se habían olvidado y lloraba palabras que jamás acariciaron sus labios. Se sumió en un sueño profundo custodiado por los fantasmas que suelen regresar del pasado, nadó desnudo en el mar de los apetitos carnales por donde navegan los veleros de las caricias ocultas y descansó de los amores sin tiempo en las destartaladas islas de la necesidad donde solo habita el pecado. Escribió con la dulzura de sus ojos historias sin finales felices, placeres escondidos entre las hebras que tejen el destino, momentos que siempre visitaban sus sueños pero nunca quisieron pasar un ratito a su lado. El tiempo jamás se detuvo a esperarlo, pasaba de largo dejando ese tenue perfume que te lleva a lugares donde nunca has estado, esculpiendo con humo la vida en la que tus sueños han quedado atrapados. Y un día cualquiera, cuando la lluvia es una tenue caricia que resbala por las estrías del cielo, miras a través del cristal de una sucia ventana y ves toda la belleza que habita en esos pequeños detalles que hacen de la vida una preciosa dama que hay que besar a diario.
miércoles, 22 de septiembre de 2021
EXTRACTOS PERFUMADOS DE MELANCOLÍA
miércoles, 8 de septiembre de 2021
EL COMBATE (PARTE I - EL CORAZÓN DEL GUERRERO)
Tenía los ojos fijos en ella, la escultural figura lo miraba desafiante mientras su pecho se movía rítmicamente a causa del cansancio. El combate se había prolongado más de lo esperado y ambos contendientes se encontraban agotados por el esfuerzo. Earvin miró a la espléndida mujer que tenía delante, observó el fiero brillo de sus ojos felinos dispuestos a destrozarle el corazón de una estocada. Su mente se trasladó a otros momentos y otros lugares, un tiempo en el que la mujer que tenía delante había reinado en su vida destilando momentos de efímero placer, por un instante parecía que su corazón blindado al dolor flaqueaba atravesado por los recuerdos de una felicidad huida tiempo atrás. Aún ahora, no conseguía entender como podía estar combatiendo con la mujer que amaba, no comprendía la traición que le atenazaba las entrañas como un abrazo mortal. Le había dado todo a la mujer que tenía ante sí, había renunciado a un reino, a una vida cubierta de gloria, a la grandeza alcanzada en los campos de batalla, a los placeres mundanos por satisfacer sus deseos más ínfimos, por rodearla de una felicidad que la hiciese inmune al dolor. La miraba con la rabia acurrucada en su alma, con el corazón encogido por el dolor; aún la amaba con la fuerza de mil gigantes, aún iría a las mismas puertas del infierno y se enfrentaría a una legión de demonios hambrientos de su alma por arrancarle una sonrisa de sus pérfidos labios. Había sido un poeta acomodado entre los brazos de Hanna, así se llamaba la mujer que lo miraba con desprecio, la mujer que un día cercenó la felicidad de su vida y huyó en busca de una felicidad que nunca encontró. La persiguió durante años, derrotó a enemigos formidables, venció en batallas colosales y con el paso del tiempo y de múltiples guerras llegó a convertirse en leyenda. Un guerrero formidable, un héroe dispuesto a sacrificar su vida por derrotar a la injusticia. Una sonrisa se dibujo en sus labios, aquellos que contrataban sus servicios, quienes buscaban al mercenario que no temía a la muerte, no sabían que él ya había muerto mucho tiempo atrás, aniquilado por las pérfidas palabras de una valkiria sedienta de poder y gloria. No temía a la muerte porque estaba muerto, había regresado del infierno en el que luchó durante largo tiempo pero su alma quedó atrapada allí, luchando por escapar de una prisión de sentimientos que se había convertido en una eterna condena de un dolor insufrible, resignada a vivir en el mundo de los muertos, esperando la llegada de un cuerpo que aún no sabía que había muerto hacía tiempo, mucho tiempo. Durante la búsqueda de sus sueños perdidos había luchado con tantos enemigos y había abatido a tantos tiranos que el único retazo de humanidad que le quedaba estaba sujeto a la mujer con la que ahora luchaba dispuesto a sellar su destino para siempre. Sabía que fuese cual fuese el resultado del combate que se estaba desarrollando él iba a perder. Si vencía, mataría el amor eterno que sentía por un ser carente de sentimientos, si era derrotado moriría bajo el frío acero de un corazón aún más frío, pero si algo tenía claro era que su orgullo le impedía morir a manos de aquella fiera guerrera que ya lo había matado una vez, esta vez no, contaba con todos los medios para derrotar a un ser vil, a una preciosa odalisca de pechos turgentes y cálidas caderas, no, esta vez no pensaba perder.
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Esta vez no, mi amor, esta vez no podrás dañarme.
Ella gritó y
se lanzó de nuevo a un ataque sin descanso buscando la muerte de quién le había
dado todo, era el único que conocía su historia, la única persona que conocía
todos sus secretos, todas sus debilidades, el único que conocía lo pérfido de
su corazón y las traiciones que le habían llevado a ostentar todo el poder del
que gozaba en estos momentos, y no estaba dispuesta a perder todo eso por una
historia de amor que para ella ya no significaba nada. Tenía que haberlo matado
cuando tuvo la oportunidad, cuando estaba de rodillas ante ella y suplicaba que
no se marcharse, cuando las lágrimas bañaban su rostro y pedía a gritos una
muerte que le alejase para siempre del dolor, había sido un error, el único
error de su vida, debía haber acabado con él en ese instante y ahora los
fantasmas del pasado la acosaban. Las espadas describían círculos en sus manos
buscando dar el golpe de gracia que pusiese fin a una historia inacabada, una
historia que tenía su final en los Montes Perdidos.
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Lo siento, dijo ella, mientras el azul de sus ojos
perdía su brillo celestial.
“Aquí yace el corazón de un guerrero”