Crecí viendo Stars Wars, soñando poseer un sable láser, queriendo ser el último Jedi. Me enamoré de la princesa Leia siendo esclava, escasa de ropa, del señor del crimen Jabba El Hutt, y la amé con la inocencia que otorga la escasa edad. Viajé a bordo del "Halcón Milenario" e hice el corredor Kessel en menos de 12 parsec, sin saber que coño era un parsec. Estuve en Tatooine y me enfrenté a los cazarrecompensas mandalorianos encabezados por Boba Fett, practiqué el uso de la fuerza en el planeta Dagobah con el gran maestro Yoda y conseguí sobrevivir dentro de las fauces de un Sarlacc. He crecido atado a mi fértil fantasía alimentada por droides de protocolo y lord Stih oscuros, por princesas que pululaban por el borde exterior y caballeros que hacían un maravilloso uso de la fuerza. Me he visto congelado en carbonita y he llorado cuando Obi Wan Kenobi moría a manos de Dath Vader. Cuantas veces he luchado a muerte contra Darth Vader intentando vengar esa afrenta, y cuantas veces le he vencido, aún hoy, cuando cierro los ojos, puedo oír su respiración gutural tras de mí y no puedo evitar que se erice el bello de mi cuerpo mientras enciendo mi sable láser y me preparo para un nuevo duelo a muerte.
He practicado mil veces delante del espejo la sonrisa socarrona de para mí el mejor personaje de Stars Wars, Han Solo, y ese aire de pícaro irresistible siempre al borde de la ley, siempre quedándose con la chica, siempre desenfundado con la rapidez de un pistolero letal su DL-44 Blaster. Una vez participé en la batalla de Hoth contra los soldados imperiales y me hice amigo de un wookie, una vez cuando era pequeño cerraba los ojos y podía estar en cualquier lugar de una galaxia muy, muy lejana, una vez hace muchos años yo comandé la rebelión contra el imperio galáctico y piloté un Ala X auxiliado por el droide astromecánico R2-D2.
Ya ha pasado mucho tiempo desde que viajaba al espacio desde la habitación de casa, desde que me subía en una nave espacial y guiado por la fuerza conseguía destruir la Estrella de la Muerte, desde que mi valor se enfrentaba a la máquina imperial y conseguía derrotarla.
Ahora que vivo de prestado en las salas de la encorsetada realidad aún suelo escaparme de diario a esos mundos donde solo rigen las normas de la eterna fantasía, lugares donde un héroe con su fedora y látigo en mano se enfrenta a los seguidores sanguinarios de la diosa Kali, lugares donde los dragones combaten a muerte en cielos negros por dinastías caducas, lugares donde los androides sueñan con ovejas eléctricas, lugares donde llegar significaba atravesar la última frontera.
A LAS PRINCESAS DE CUENTO
QUE ALIMENTARON MI IMAGINACIÓN
A ESOS CABALLEROS SIN ARMADURA, DUEÑOS DE LA FUERZA,
QUE MANEJABAN EL SABLE LÁSER CON MAESTRÍA INIGUALABLE.
A HAN SOLO Y CHEWACCA ,Y SU HALCÓN MILENARIO
A LA BELLEZA DE TENER LA CAPACIDAD DE SOÑAR
DE CREAR GALAXIAS QUE SOLO NOSOTROS PODEMOS HABITAR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario