lunes, 30 de julio de 2012

POEMA 21: (1987) SOLEDAD





                                      El enjuto y milenario árbol
                                      se yergue, guardián desafiante,
                                      en el árido camino
                                      que conduce al hastío,
                                      sus hojas, moribundas,
                                      apagadas y rojizas
                                      lo abandonan a la muerte,         
                                      triste, con un soplo de vida
                                      su extirpe muere con él.
                                      El viento lo acaricia
                                      con mesurable placidez
                                      y en su férrea soledad,
                                      recuerda orgulloso
                                      mil fogosas primaveras
                                      que para él, ya no volverán.
                                      Árbol de tronco carcomido
                                      de entrañas que aún rugen
                                      te aferras a la vida
                                      con furia desbordada;
                                      tú sabes mi leal amigo
                                      que tu viejo tronco
                                      se doblega en silencio,
                                      inerte y altanero.
                                      Volveré por el árido camino
                                      y tú ya no estarás,
                                     y mi corazón se hará eco
                                      de tu férrea soledad.

HAY DÍAS..........


Hay días grises,
turbios, aciagos,
broches de turquesas
heridos por el llanto.
Hay días celestes,
espléndidos, cálidos,
aromas de jazmines
bostezando a la alegría.
Hay días celosos
gladiadores, perezosos,
guerreros de claridad
abatidos por las horas.
Hay días hermosos,
radiantes, perfectos,
poemas de luz
prendidos en los ojos.
Hay días incómodos,
insolentes, altaneros,
coronas de espinas
ceñidos al hastío.              
Hay días insolentes
pendencieros, egoístas,
desfile de protestas
decorados por la pena.
Hay días coquetos,
traviesos, juguetones,
estela de sonetos
masticando el orgullo.          
Hay días llorosos,
perdidos, tristes,
palacios de nubes
paseando su calvario.
Hay días opacos,
frágiles, quebradizos,
astillas de cristales
clavados en las manos.         

Hay días sinceros,
escuálidos, serenos,
lágrimas del tiempo
llovidos desde el cielo.
Hay días dormidos,
perpetuos, aburridos,
cascadas de reproches
atrapados por los celos.
Hay días eternos,
longevos, perennes,
calima de momentos
aferrados a las tripas.
Hay días………….
escritos en la vida
versos sin rima
tatuados en la piel.

ÉGLOGA


Llegó de madrugada,
sobria, serena, silenciosa,
envuelta en soledad,
fría como el olvido.
Sus manos hechas de pena
se posaron en su alma,
un sudario blanco y tosco
vistiendo un cuerpo gris.
Lágrimas inquietas,
hilos de cristal rotos
arrancados de la esperanza,
el ocaso de unos lamentos
enmarañados en la pena.

Llegó de madrugada,
extraña, triste, sucia,
sin coro de ángeles,
sin promesas baldías,
muda y ciega;
sencilla como el silencio.
El vacío de sus ojos
se posó en el sufrimiento,
un ángel de alas raídas
devorando el tiempo marchito;
solo quedó la enjuta nada
rompiendo en la ausencia.

A LA MUSA QUE CUSTODIA MIS VERSOS

Escribo desde que el mundo era más dulce, más tierno. Cuando el algodón de azúcar sabía a felicidad y recuerdos eternos, cuando la fantasía corría desbocada entre campos plagados de poemas efímeros. Aún siento el aroma de mis primeros versos, mis primeras palabras dibujando sentimientos sobre el inmaculado desierto de cellisca que desafiaba mi inspiración. Aquella sala de estudio sencilla, humilde, casi espartana, donde se agolpaban mis anhelos y mis versos pugnaban por dejar su impronta con un trazo impreciso e infantil. Han pasado muchos años, un desfile de momentos y lugares, de alegrías y tristezas, que han forjado mi carácter y me han convertido en el ser humano que soy hoy. Mis versos han volado como golondrinas traviesas, haciendo cabriolas entre corazones amables, acariciando el tiempo como un soplo imperceptible de belleza cautiva, ajenos al mundo que les rodeaba. Pero un día, el aliento de un alma sensible se posó entre los raídos recuerdos de tiempos inmemoriales y mis versos florecieron gracias a la ternura de sus ojos, al roce de sus labios dibujando sonrisas ilusas, que diría su hija, y el verso se hizo mujer, y el perfume de sus palabras impregnó mi inspiración como un torrente de estrofas nacidas a la luz de sus caricias, como un parto infinito de versos que se enredan en las entrañas de lo prohibido y paladean el sabor a nostalgia de su cuerpo. Este blog es un homenaje eterno a la mujer que me devolvió mi poesía y despertó al poeta que dormitaba en los rincones oscuros de mi pasado. Este blog en un homenaje a Begoña, la mujer que acaricia con la estela de sus ojos, que besa con el roce de sus manos, que sonríe con la dulzura de sus gestos. Y es un regalo para todas las almas sensibles que se alimentan de poesía y sienten que los versos son besos dados con el corazón.