Sufrí el silencio de besos nunca dados, la melancolía de caricias robadas que nunca fueron devueltas. La soledad de un corazón que nunca fue mío, y ahora, cuando me recuesto en el regazo de la felicidad sé que mi destino está escrito en tus labios, grabado en tu corazón con las dulces manos de la inocencia.
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