viernes, 22 de diciembre de 2017

PRISIONES DE DESEOS

Las lágrimas surcaban la aridez de sus mejillas como un mensaje efímero de tristeza eterna. Su voz apagada era un lamento imperceptible de soledades hostiles, de noches oscuras envueltas en árida melancolía. No sabía soñar, no quería soñar, solo dejar que su mente flotase en un páramo yermo de besos estériles. Sus labios sabían a decepción, a amores salados que nunca calman la sed que mana del más duro desconsuelo. El silencio rasgaba el alma como un rayo partiendo en dos mitades el cielo, como una dentellada que arranca un pedazo de la esperanza y lo arroja al vacío insondable de la espera. Las manos huérfanas se aferraban a esa nada que queda cuando todo se ha ido, al dolor que se desprende de los sueños heridos, al sufrimiento que araña al deseo escondido.
La madrugada solo trae frío, un cariño helado que cala en lo más hondo del miedo y se aferra como un amante esperpéntico al corazón. Soliloquios de sueños perdidos en los caminos que deja el amor no correspondido, pléyade de pensamientos demacrados que corren como perros famélicos por los desiertos de anhelos perdidos. Los besos se esconden entre las sábanas huyendo del falso cariño que empaña la pureza del alma, las habitaciones escriben historias trágicas de amores imposibles, poemas de miradas lascivas escritas en la piel de cuerpos calientes. El tiempo se hace caricias mientras el perfume de una sonrisa decora la tristeza que mana de las soledades infinitas y la memoria se llena de esos sueños que una vez llegan nos acompañan toda la vida.


A VECES VIVIMOS ENCARCELADOS DENTRO DE NUESTROS PROPIOS SUEÑOS 
Y NOS DA MIEDO ESCAPAR A LA BELLEZA QUE HABITA OTRAS SONRISAS.

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