Yo la quería,
sus ojos grandes, sus labios dulces.
Vivía en el aire, en las flores,
en las noches claras de luna llena.
Yo la quería,
sus manos inquietas, su piel morena.
Habitaba en el silencio, en las horas vacías,
en los besos que dan forma a la poesía.
Yo la quería,
su falda corta, sus piernas largas.
Moraba en el cielo, en la melancolía,
en los pecados que desnudan la vida.
Yo la quería,
su belleza rota, su mirada altiva.
Existía en el deseo, en la primavera,
en las promesas que perfuman la tristeza.
Yo la quería,
sus ósculos frugales, su alegría voraz.
Existía en los amaneceres, en la tardes serenas,
en los días que se mueren de pena.
Yo la quería,
sus pasos ausentes, su voz perdida.
Moraba en los sueños, en la felicidad,
en los recuerdos que viven en la soledad.
Yo la quería,
su pelo bruno, su pasión viva.
Habitaba en el agua, en el rocío de la mañana,
en las caricias que tocan el alma.
Yo la quería,
su tez limpia, su risa perenne.
Vivía en las tardes grises, en las palabras frías
en los amores que nunca terminan.
A VECES EL OLVIDO DEJA SUS RECUERDOS
ATADOS A AMORES QUE PASEAN POR EL PASADO.
A VECES LA MEMORIA SE REVELA
Y PARTE TRAS LAS HUELLAS DE AMORES ABANDONADOS.
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