lunes, 29 de julio de 2024
ENEMIGOS ÍNTIMOS
lunes, 15 de julio de 2024
HACE MUCHO TIEMPO, EN UNA GALAXIA MUY, MUY LEJANA
miércoles, 10 de julio de 2024
AUNQUE NO TE VUELVA A VER
No sé el porqué, pero esta mañana la tristeza me devora el corazón a grandes dentelladas. Tal vez sean las gotas de lluvia manchando con su tímido tacto el cristal de la ventana, tal vez sea el frío que pasea su gélida figura por las calles vacías, o el desencanto que se adhiere a la ausencia de tus manos. No lo sé, y tampoco importa mucho, cuando te duele el alma no existe remedio alguno para apaciguar los delirios que crea la soledad. Ya nadie pasea por los silencios que dejó tu risa, solo mis ojos vagan perdidos por los infinitos páramos de tu cuerpo desnudo, solo mis labios se mueren por el sabor de aquellos besos que nunca sintieron. Llueve en la calle mientras tu ausencia se abraza al tímido silencio, y desde mi ventana aun puedo ver esa sonrisa que decoraba tu despedida, esa mano levantada que tantas veces se abrazaba con la mía, y la imagen se va borrando de mi retina mientras mis ojos se llenan de lágrimas. Nunca pensé que pudiese producir tanto dolor perder lo que nunca se tuvo, nunca imaginé que habría una despedida entre tú y yo, que alguna vez en este o cualquier otro universo tú no estarías conmigo. Solo me queda darte las gracias por todo lo que me has dado antes de partir hacia nunca jamás, por permitirme compartir tu cariño, por dejarme soñar con besos que jamás imaginé pudiera llegar a dar. Hoy que me muero de pena ya no importan tus palabras, ni tus gestos de cariño ni esa hermosa sonrisa que desplegabas cada mañana, pero sabes, si que importa, en lo más profundo de mi ser son esos pequeños detalles los que importan, los que han dado sentido a todo un mundo y me han permitido disfrutar de la felicidad sin miedos ni dudas. Y aunque no te vuelva a ver mi amor hacia ti siempre estará conmigo, aunque no te vuelva a ver.
miércoles, 3 de julio de 2024
martes, 2 de julio de 2024
LA FORMA DE LA BELLEZA
Se detuvo en el borde del campo de juego. Se quedó quieto como el soñador que se encuentra cara a cara con sus sueños, admirando la delicada perfección contenida en las suaves líneas de su rostro, enamorado del halo que dejaba su sonrisa tras ejecutar cada gesto técnico. Veía el perfume de su cuerpo en cada uno de sus movimientos, la belleza serena que manaba de cada uno de sus gestos. El bote del balón sonaba como los acallados latidos que yacen en las habitaciones de la devoción, como un repiqueteo de besos escritos en el parquet, pero no pudo entrar, no quería romper la belleza del momento, la sinfonía de pasiones desmedidas que componían los movimientos de su cuerpo. Se quedó allí, con una media sonrisa y un corazón oxidado, contemplando como el tiempo se detenía cuando ella levitada con sus alas invisibles sobre la pista y el balón se besaba con el aro. Contempló su delicada belleza, la pulcra necesidad que crea la distancia, sus manos escribiendo versos con el espacio y el tiempo, y ese sonido irrepetible cuando el balón se desliza por el aro y acaricia la red con suma timidez, sin duda, no había nada más hermoso en el mundo. La miraba, en silencio, no quería romper la magia que crean los momentos, sus ojos la seguían con la misma delicada parsimonia con la que ella realizaba cada uno de sus movimientos. Sabía que la felicidad habitaba en esa preciosa jugadora de movimientos perfectos y mirada perdida que hacía del juego una pasión desmedida, de esa chica que entrenaba en silencio pero cada gesto era un grito desesperado al amor que le procesaba al baloncesto. La besó con la mirada y se alejó sin decirle nada, dejó que su amor corretease divertido por ese campo de sueños. Y mientras se alejaba no quiso volver la vista atrás, si volvía a mirarla, sabía que no podría dejarla jamás