Siento el vacío de tus palabras, la ausencia de tus verbos
correteando entre los detalles de mi vida mundana. El silencio pasea de mi
mano, me abriga de un invierno sin el brillo de tu voz, sin el calor de las
estrofas que componen el poema gastado de mi trémulo trovar. Las horas aciagas
del día llenan mi espera con el sigilo de tus vocablos. Soy un huérfano de tus
secretos, un mártir de los murmullos que me traen las notas indelebles de un
sabor a tiempo consumido.
Tus palabra son preciosas, una ráfaga de aire fresco recorriendo las sendas abandonadas de mi deseo, una brisa de tímidos sentimientos que extasían mi sentidos. Cada frase me cautiva como los hermosos fotogramas en blanco y negro de las películas clásicas que tanto admiro. Me hallo perdido por los intrincados caminos de la soledad y es tu voz la que me guía e impide que me pierda para siempre en la nostalgia de momentos escapados de mis manos y perennes en mi mente. Quisiera mirarte a los ojos y contarte sin palabras cada uno de los sentimientos que me invaden, quisiera coger tu mano con el suave roce de un suspiro y dejarme invadir por una felicidad que nace a borbotones de lo más profundo de mi ser. Pero ahora no te hallo, solo encuentro el ayuno de tus labios mudos, el papel inmaculado manchado con garabatos que no dicen nada, un suave deslizar de letras que no componen palabras, un desfile de vocablos que no dibujan frases, un paraje de textos sin sentido que marchitan mi esperanza.
A veces, solo a veces siento que el mundo me abruma, que el tiempo es un tirano que me aleja de tus brazos, que tu pecho es el atrio donde descansa mi premura y quiero correr en pos de ti, de tus sueños de princesa, de tus labios de alhelí. Observo el cielo, en las claras noches de verano que me brinda esta hermosa tierra mía, y te busco escondida en el brillo de tantas y tantas estrellas, el cielo es tan inmenso y tú tan chiquita que a veces pienso que nunca te podré encontrar, que mi búsqueda es un camino sin final ni retorno, que brillarás eterna en un cielo al cual nunca podré acceder. Alzo mi mano y parece que te rozo con la yema de mis dedos, que estas tan cerquita que puedo acariciar el brillo de tus ojos con la palma de mi mano, tan solo es un espejismo, un juego cruel de perspectivas que te alejan de mis sueños, y vago perdido cada noche en un laberinto poblado de estrellas que brillan presumidas en un firmamento cuajado de tu ausencia, en una pléyade de luceros que en la inmensidad de la distancia se tornan fríos e inalcanzables, una belleza distante y ausente que ilumina retazos de mis ansías.
He de volver a mi mundo, un mundo donde mi corazón suspira por tus labios, donde mi pecho se conmueve esperando el sabor a chocolate de cada uno de tus besos, donde tu nombre sabe a felicidad y tus palabras a algodón de azúcar. Donde todo es posible y nada hay prohibido, donde la belleza de tu cuerpo es la prisión donde descansan mis sentidos.
Un beso mi princesa de cuento, mi caperucita roja perdida en un bosque donde el lobo es el tiempo que devora tu presencia.
Que aburrida es tu ausencia, que insulsas las horas huérfanas de tus palabras y tus besos.
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