Hay besos usados que se mueren de pena porque nadie quiere que jueguen con sus labios. Esos besos que una vez fueron princesas encantadas reinando en el deseo pero que hoy bostezan de olvido y solo son alientos miserables. Lamentos que una vez fueron sinfonía heroica de placeres húmedos en bocas ansiosas. Yo no quería esos besos, los miraba de lejos, con cierto miedo a que su tacto llenase mi espera con amores olvidados. No quería sentir su sabor amargo inundando mi paladar virgen ni que su deseo ajado se adueñase de mis labios. He contemplado desde la nostalgia como esos besos se hacían vagabundos y nadie los quería tocar por miedo a contagiarse de su soledad. Besos humildes que ansiaban pasear por el placer de cuerpos desnudos impregnados de gemidos calientes. Sabores a melancolía esperando que el deseo probase su valía. Besos que se quedaron a vivir en los sueños de mujeres que no sabían mentir, que solo regalaban la verdad a quienes las quisiesen besar. Una vez, cuando mi corazón aún era joven y mis labios atrevidos, probé el sabor de esos besos, la textura frágil de unos labios que desprendían miedo a dejar su impronta en la memoria del alma. La eternidad que dura un instante cuando se juntan dos bocas y las lenguas se presentan desnudas y calientes. El sabor que deja el deseo cuando se excita y los besos son caricias hechas con los labios en la alegría cruda. Esos besos, que yo no quería, son los más dulces cuando se presentan y dejan en tu paladar versos hechos de saliva. Besos sin dueño que buscan un corazón donde dejar la impronta de su necesidad. Yo me enamoré de esos besos usados, de esos labios desahuciados que piden quedarse un ratito más, que se mueren por otros labios que acariciar. Quiero mis besos usados, esos labios gastados que darían todos sus besos por mi felicidad.

CADA BESO ES UN TESORO ESCONDIDO
QUE ANSIA UNOS LABIOS QUE LO ENCUENTRE.
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