He caminado por desiertos muchas veces, tal vez demasiadas. Estoy acostumbrado a pasar sed de besos y hambre de caricias, y a encerrar mis sueños en el alma para vivir los de otros corazones. Estoy cansado de ayudar a quienes no se quieren ayudar y de luchar por corazones que cambian el amor por rabia o por dinero. Estoy herido por el cortante filo de ofensas que no merecía, sangrando por amores que yo solo veo. Espejismos de pasiones errantes que se van como perros falderos detrás de quienes les lanzan miradas. No me molesta la tristeza, tal vez un poco, me molesta el olvido. Las palabras que desvisten la razón y gritan mentiras que se disfrazan de verdades a medias. Soy soldado del desaliento y guardia jurado de momentos que yo solo siento. Sé que la felicidad es una quimera, que la vida está salpicada de instantes felices entre una amalgama de lamentos que se hacen costras en las heridas del tiempo. No comprendo los reproches sobre miedos que solo existen en la fe perdida de amores sin dueño, el aliento gastado en gritar improperios y no en besos que acaricien el silencio. He naufragado en la vida de mujeres que lloraban de pena después de matar todos sus sueños, mujeres que querían palacios de oro y yo solo podía ofrecerles besos de azúcar, mujeres que soñaban con príncipes azules y me desterraron de sus labios para siempre, y ahora lloran mi ausencia. Continuaré siendo peregrino de caminos escritos con versos lascivos, de sonrisas que se meten en los ojos y se hacen ocupas hasta el fin de los días. No comulgo con los corazones que solo dejan blasfemias cuando no consiguen todo aquello que quieren, cuando cambian su amor por unos míseros halagos y se desnudan deprisa ante la diosa fortuna. Viviré solo, poco importa, me hará compañía la fidelidad de tu recuerdo, hasta que un día, me alcance el aliento frío de la muerte o mi alma pierda los pocos besos que aún le quedan.

ME ALIMENTO DE RECUERDOS, DE PALABRAS OLVIDADAS,
DE MOMENTOS HERIDOS QUE HABITAN MI MEMORIA.
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