Y se quedó a vivir en ese reino que algunos llaman fantasía. A jugar con los besos prohibidos y los dragones colosales que escupen fuego. A compartir sonrisas con las hadas revoltosas y las quimeras que habitan los sueños. A desvelar oscuros secretos con los magos que desafían al tiempo y los duendes traviesos que se alimentan de juegos. Se quedó a cultivar los campos de besos donde florece el amor, y a dibujar princesas preciosas con el pincel de su fértil imaginación. A coquetear con la Bella Durmiente y a tomar unas birras con el Lobo Feroz. Se quedó en ese mundo hecho de sueños donde solo puede vivir un soñador. Y cada noche, después de las doce, sale de paseo con la Cenicienta, sin toque de queda ni zapatitos de cristal, y cuando la mira a los ojos siente como se acelera su tímido corazón. Se quedó a luchar contra la bruja del este para preservar el reino de Oz, y dicen que fue un niño que nunca creció. Se quedó para proteger la inocencia que da la ingenuidad, para que los cuentos nunca puedan ser destruidos por la fiera realidad. Se quedó para aprender los hechizos que te hacen olvidar, para que las lágrimas solo sean de la más pura felicidad. Se quedó enamorado de las noches claras de luna, de las estrellas que besan con la luz más pura, de los cuentos con finales felices y de un eterno "y comieron perdices".
Dice la leyenda que si cierras los ojos y sabes soñar aún puedes contemplar como se despliega su sonrisa por los mares de la felicidad, y como su mirada surca el cielo para abordar ese mundo oscuro donde habita la soledad.
A LAS PRINCESAS QUE TE HACEN SOÑAR
QUE DERRAMAN LA DULZURA DE SUS BESOS
PARA CREAR CONJUROS DE FELICIDAD.
No hay comentarios:
Publicar un comentario