martes, 4 de noviembre de 2014

EL RETIRO DEL GUERRERO

Algún día volveré. No sé cuando ni por cuanto tiempo, pero volveré. Los lugares ya no serán los mismos. Los tiempos vividos nunca vuelven, aunque viajes por los mismas horas y las caras que veamos no hayan cambiado, nada puede volver a ser lo que era. Es el sonido inmutable del paso del tiempo, apenas si notas su caricia pero cuando pasa ya nada es igual. Las heridas de mi alma han sanado, y ahora hallo tan lejanas aquellas guerras que ya no las siento ni mías, pero yo sé, en el fondo de un vaso, que me pertenecen. La vida se ha vestido de diario y las horas pasean su indolencia por mi rostro, como prostitutas, que ancladas en una esquina, no me dicen nada, pero me regalan sus lascivas miradas. Aún, en las turbias noches frías, me duele el corazón cuando respiro profundo. Son las cicatrices de un tiempo donde la muerte bailaba cada noche conmigo. Aún me despierto empapado en soledad y rodeado de recuerdos. La tortura queda prendida para siempre en el alma y ya no puedes librarte de ella por mucho que laves tu conciencia con un altruismo de diario. Aún conservo la nostalgia, y en los días de lluvia, siento como corre por mis venas y me aflige el corazón. Vivo retirado, en la apacible calma que da la certeza de que has hecho lo correcto en cada momento, pero cuando cierro los ojos siento un tímido lamento que recorre mis entrañas y me deja escalofríos hechos dudas. Mi corazón vuelve de nuevo a estar enterrado en las Montañas Perdidas, en aquella tumba fría, en la que lo dejé un día de invierno, y de la cual nunca tuvieron que haberlo desenterrado. Ya no soy un guerrero, no quiero más batallas, dos veces perdí mi corazón y son demasiadas cuando solo se tiene uno. He matado en nombre de la justicia divina. He traído la muerte con cada uno de mis pasos y he ejecutado pasiones que suplicaban un mísero perdón. Nunca temí a la muerte porque la muerte era yo. 

No tengo porque volver, lo sé. Quiero conservar el pasado tal y como fue, no quiero cambiarlo por momentos felices o palabras hermosas, no, el pasado me ha enseñado que si hay que morir por amor, se muere, pero si hay que matar por amor, se mata. Suena triste, y lo es, pero cuando es tu vida la que se muere, muchas veces, es mejor matar que morir. Yo he traído la muerte, tantas veces, que su visita era algo habitual, tan habitual que el frío de su aliento me había helado hasta el alma. Nunca maté por placer, siempre por necesidad, y ahora que mi espada descansa en su vaina, puedo escuchar los gritos del silencio que me atraviesan la vida. He dejado en el camino muchas esperanzas segadas, pero gracias a la muerte la vida ha brotado allá donde ya no había nada. Por eso quiero volver, quiero saber si mi sacrificio ha valido la pena, si mi sangre ha servido para dar la vida a otros, si mi perdón ha sido capaz de florecer en algún corazón. 

Ahora que regalo la vida y la muerte solo me hace visitas fugaces, soy feliz. Ahora que tengo un corazón en el que vivir, aunque el mío no esté, ahora que mi pena y mi rabia murieron de olvido, ahora que una princesa me enseñó que los besos son más dulces que la sangre, ahora que ya no soy el que era, ahora puedo volver y contemplar si el paso del tiempo ha servido para sellar el destino de todos aquellos, que un día, dejé con sus miserables vidas.


SOY LA MUERTE QUE CABALGA A TU LADO
EL FRÍO DESTINO QUE TE PERSIGUE INSACIABLE
SOY LA PESADILLA QUE TE HIELA EL ALMA
EL DEPREDADOR QUE ACECHA TU CORAZÓN
LA FIERA QUE DEVORARÁ TUS ENTRAÑAS
SOY EL MIEDO QUE TE VISITA ESTA NOCHE
PARA ARREBATARTE LOS SUEÑOS Y LA VIDA.




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