Se acurrucó en un rincón. El miedo asomaba a sus ojos como un abismo insondable que no tenía fin. La oscuridad había sido su compañera durante tanto tiempo que había aprendido a sentir miedo de la luz. Podía percibir la suavidad de los olores, el perfume que mana de la soledad y se impregna en el cuerpo dejando un olor a tristeza que da nauseas, los sonidos inaudibles del paso del tiempo que golpea las entrañas hasta romperlas por dentro. Había huido del mundo hacia tanto que ya solo quedaban restos imperceptibles de una humanidad que se murió de angustia. Era más viejo que el mundo, tan viejo que incluso la muerte no se atrevía a tocarlo. Lo miraba con inquietud, con recelo, intuyendo que esa alma no era suya. Había gastado todas sus miradas y ahora solo tenía dos cuencas vacías donde habitaba el silencio. Estaba desnudo, desnudo como lo dejó la vida en los albores del tiempo. Desnudo como los sueños que se mueren porque nadie quiere buscarlos. Desnudo como el deseo que se hiela de olvido en la calle. No tenía nombre, entonces las cosas no lo tenían, y si lo tenían nadie sabía nombrarlas. Sobrevivió a la vida, escondido entre los deseos que se pudren de envidia. Se alimentó de la pena y calmaba su sed con el rocío que vive en las lágrimas. Escuálido como los besos gastados que habitan el desencanto. Perdido como un vagabundo en los cruces de caminos que te ofrecen abrazos escondidos. No era de nadie, aquello que se olvida y ya nadie lo nombra, se queda sin dueño. Nadie lo quiere y a nadie le importa. La vida pasa, sin pena ni gloria, para quién no espera nada, pero en sus cuencas vacías se escuchan imágenes hechas de sueños, porque cuando todo se muere los sueños se quedan, para siempre, como la más fiel compañía.
Nadie lo sabe, pero yo si lo sé. Su nombre se esconde para que los labios marchitos no lo puedan acariciar, pero cuando nadie me escucha lo pronuncio en silencio, no lo quiero asustar. Vive en mis labios y resuena en la efímera eternidad. Se llama ........................ Amor, pero no se lo digas a nadie, se puede asustar. Yo sé donde vive, muy a menudo, lo voy a visitar. Y aunque me mira con miedo no me deja de hablar. Me siento, en silencio, solo quiero escuchar. Cuando me habla su voz se agita y mi corazón, no sé porque, late más deprisa, quizás porque tiene el don de atraer los sueños al mundo real.
LAS COSAS SIN NOMBRE DAN MIEDO
TEMEMOS AQUELLO QUE NO CONOCEMOS
PERO NO TIENEN NOMBRE
PORQUE HABITAN EN EL OLVIDO
SOLO QUIEREN QUE ALGUIEN LAS RECUERDE
SIN HACERLES NINGÚN DAÑO.
RESCATAR SU SILENCIO DEL PASADO
PARA TENER SU NOMBRE EN EL PRESENTE.
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