La traición me ha hecho ser cauto. La estupidez me ha hecho abrazar la sapiencia. La intolerancia me ha hecho amar a mis semejantes. La soledad me ha hecho apreciar la buena compañía. La tristeza me ha hecho valorar la alegría. He aprendido que a las buenas personas les suelen ocurrir cosas malas porque la vida nunca es justa. Que los amigos para siempre, suelen durar un rato, y que toda la vida apenas es un instante. He aprendido lecciones tan amargas que cuando veo la dulzura apenas si lo puede saborear. He batallado por causas perdidas, siempre queda un halo de esperanza al que agarrarse en la vida. No he perdido la sonrisa a pesar de las emboscadas que te prepara el destino, y he andado tantos caminos que alguna vez perdí el rumbo. La envidia me ha hecho apreciar lo poco que tengo. La necedad me llevó a los brazos de la eterna sabiduría, y he poseído corazones que nunca supieron el amor que tenían. La deslealtad me ha empujado a creer solo en mi voluntad, pero he de reconocer que, más de una vez, besé los cálidos labios de la verdadera amistad. Esos momentos son recuerdos que viven, para siempre, en lo más profundo de mi lealtad. La guerra me ha hecho luchar por la paz, y nunca he matado corazones, pienso que todos los amores se pueden salvar. Las lágrimas me han hecho preservar mi sonrisa. No hay nada más hermoso que regalar felicidad haya donde vas. He aprendido que hay que ofrecer el perdón, pero nunca olvidar los nombres de quienes quisieron devorar tu corazón. Una vez me dijeron que "no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo pueda aguantar", pero he aprendido que el tiempo pasa tan despacio cuando sufres que, a veces, se detiene a contemplar como pasea la tristeza. Y que el cuerpo tolera tanto dolor como le quieras infligir. No he rendido mi dignidad ante el orgullo que la quisó pisotear, y he librado batallas que nunca quise ganar. La mala educación me ha enseñado a respetar a los demás, y cuando me insultan tan solo les regalo mi indiferencia, ¿para qué más?.
He conocido damas tan altivas, que para ser feliz, cultivé la humildad. No me gustan las princesas que nunca aprendieron a besar. Princesas que piensan que entre sus caderas se esconde toda la felicidad. No hay orgasmo más triste que aquel que no sabe gritar, que se ahoga en su propio silencio para que nadie lo pueda escuchar. He preferido abandonar mis recuerdos antes que dejarlos morir, ¡que triste es no saber vivir!.
Nunca me doy por vencido, a pesar de las derrotas, porque tengo muy claro cual es mi destino.
NO DERRAMES LÁGRIMAS POR QUIEN NO TE QUIERE
NI LUCHES, NUNCA, POR QUIÉN NO TE MERECE
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