Se durmió en el regazo de la vida. Cerró los ojos y se dejó vencer por las acometidas del tiempo. Un glosario roto de bostezos en las entrañas mismas de la misericordia. Rindió pleitesía al heraldo de la tristeza con actos tan oscuros que condenaron su corazón a una eternidad de sufrimiento. Se refugió en el olvido, entre las tormentas de anhelos que destrozan la felicidad a su paso y solo dejan el aliento desgastado del desastre. Asesinó al miedo en el vientre arcano de la tortura y se enfrentó a los monstruos de la desgracia con la serenidad de quien sabe que lo tiene todo perdido. Emisario de las lágrimas y guardián del dolor derrotó a todos los males que asolaron el mundo. Yació con sueños tan horribles que perdió el miedo a morir y en los campos de batalla su espada sembraba de pesadillas las ánimas que se alimentaban del horror. Solo debía lealtad a la muerte, y con su negro manto ondeando entre la miseria sembró de justicia la tierra de los hombres. Por el infierno se arrastran todas las almas que cayeron bajo el terrible acero que impartía justicia sin una esquirla de duelo, y si dejas hablar al silencio se pueden escuchar los gritos ahogados de todos los muertos que esperan venganza en los atrios del averno. Su gloria aún camina por el frío recuerdo y su nombre se pronuncia bajito para no despertar al miedo. En una época de gigantes, de demonios, de tiranos y oscuros nigromantes es su nombre el que inspira mayor temor entre los sueños prohibidos que despiertan del pasado y llenan de recuerdos la memoria. Los grandes guerreros nunca mueren, se duermen despacio, permiten que el sueño los abrace y los lleve a otros reinos, pero dejan que su gloria se quede a vivir entre los viejos recuerdos y que sus hazañas perduren en los anales del tiempo.

VOLVERÉ DE LA MUERTE PARA DESPERTAR AL MIEDO
Y LLENAR EL INFIERNO DE ALMAS CORRUPTAS
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