martes, 28 de julio de 2015
ROMÁNTICO
I
Qué amarga soledad
la del desvalido ser
que solloza y gime
hasta exhausto perecer.
Esa es mi amargura
incontenible súplica,
candente tristura
de un dolor impío.
Es mi cuerpo cúspide
del tiempo corroída,
alma ya sin vida
bañada en mil pecados.
Viví años de placer
en moradas fastuosas,
y voluptuosas mujeres
en siervas convertí,
más no hallé la dicha,
solo engaño y vanidad,
y cual reina con alas
voló mi ansiosa libertad.
Ahora me hallo preso,
de rodillas ante el altar,
aunque no tengo besos
siempre te he de amar.
Las más bellas mujeres
se postraron ante mí,
cual pérfido amante
amor eterno les fingí.
II
Han pasado ya los años,
ya huyó mi juventud,
mi casa es el cementerio
mi morada el ataúd.
Hoy también me arrodillé,
postrado ante el altar
al buen Díos rogué:
"enséñame a amar".
Es la agónica súplica
de un amante que amó,
que aún hoy, sueña
como un día gris, murió.
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