El amor no tiene memoria cuando vive de prestado, pero acumula tantos recuerdos, que cuando se va se lleva el mundo por delante.
A las casquivanas damas de labios de nadie que regalan sus besos a precio de saldo. Yo he vivido en sus labios, labios que saben a olvido y traición. He besado sin pensar que el futuro es amargo, que hay besos que por apasionados se quedan siempre a tu lado, pero hay otros tan tristes que solo se usan para herir el pasado. He amado, cuando el paso del tiempo era obligado, y he perdido todo por estar ciego y enamorado. Nada puede abrazar la eternidad, el tiempo corrompe los besos, marchita las caricias y pudre los sentimientos. Y cuando te das cuenta el amor es un cadáver putrefacto que alimenta a la desdicha. El amor es como la flor de loto, florece, incluso, entre el fango y la podredumbre. Flores hermosas destinadas a marchitarse rodeadas de miseria y pestilencia. A veces el amor tiene que sobrevivir en corazones tan sucios y miserables que su único fin es marchitarse y morir en el mismo fango que lo vio nacer. Un triste destino para un sentimiento tan hermoso.
He visto mujeres hechas de pura pasión, capaces de, con su mirada, acelerar un corazón. Yo he vivido en sus labios con tal devoción, que por perder, perdí hasta la razón. Porqué la pasión se acaba cuando el tiempo se hace mayor, y esos rescoldos no siempre alimentan el cariño. Los sentimientos fríos no alimentan el alma ni sacian al corazón. Te dejan siempre con hambre y sediento de amor.
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