viernes, 5 de septiembre de 2014

NOCHES DE VERANO

Y miró el horizonte sin saber que sus sueños se perdieron en él. No quiso llorar, regalar sus lágrimas a quien nunca mereció sus besos. El cielo se moría abrazado por la oscuridad que con mimo le cantaba, con colores, una tibia puesta de sol. Cerró los ojos y los pigmentos impregnaron su memoria como los viejos recuerdos que nunca te abandonan cuando todo lo demás se ha ido. Podía sentir como el cielo se teñía de rojos pálidos y naranjas intensos, como las nubes se tintaban con un arco iris hecho de anhelos, y su paso, pausado, las convertían en hermosos carros de fuego. La imaginación volaba por esos hermosos campos hechos de sueños donde la felicidad corretea, como un perro travieso, jugando con la nostalgia y los amores presentes que saben a fresa. El sol juega con la luna al escondite y se pierde entre los ocres difuminados de colosos hechos de piedra y matojos raídos. Colosos que elevan su silencio al tiempo que no rinde su orgullo.
La luz vencida por la oscuridad que, poco a poco, le gana terreno, y la envuelve con un manto hecho de negros anhelos, hasta que el cielo se tiñe de luces que besan despacio, sin prisa, porque el tiempo no existe cuando caminas junto a tus sueños. El horizonte se pierde, engullido por la noche que lo devora todo con fauces tan negras que nada puede escapar de sus dentelladas oscuras. Solo queda el silencio que rompe contra un mar hecho de estrellas y los recuerdos perdidos en el laberinto de una nostalgia que bosteza deseos. Las horas no pasan, se quedan, traviesas, a jugar con los sueños que pintan fantasías que se hacen mayores. Es el reino donde habita el misterio, donde las sombras son dragones formidables escupiendo su miedo a la soledad que finge desprecio, y las damas de noche pierden su virginidad por promesas llenas de excesos, y momentos tintados de sexo. Donde el dulce recato deja paso a esa princesa hecha de caricias blasfemas que se llama promiscuidad. La brisa, cálida, pasea su escueta figura por las invisibles calles que inventa la melancolía, y los besos nunca dados se transforman, por arte de magia, en tímida poesía. La noche es una dama vestida de negro que vende sus hermosos encantos a los corazones que no abrazan el sueño. Pasear por su silencio es acariciar el tiempo que ronronea ansioso de placeres orales que se quedan a dormir cuando la pasión se termina. Un tímido aleteo de horas sin nombre revoloteando en los corazones solitarios que buscan promesas y encuentran caricias.

La noche sabe a nostalgia y a sonrisas, sabe a besos robados y amores que tiemblan cuando los toca el deseo. El silencio, que todo lo engulle, pasea su orgullo por la oscuridad que mece el paso del tiempo, y la dignidad herida aúlla a la luna poemas escritos con suspiros hechos de ósculos eternos. La noche es el reino donde los sueños no quieren dormir, donde los pensamientos que dormitan de día salen a pasear su tímida belleza por corazones que solo quieren vivir.

Estas son las noches que dibuja el desierto, los poemas que esculpe la luna cuando pasea su belleza por los negros laberintos de ramblas que se mueren de olvido. Estas son las noches de verano que besan mi tierra cuando el sol solo quiere dormir, y en el silencio de la soledad el amor, se desnuda de miedos, y pasea su belleza por la eterna oscuridad.


UN REINO HECHO DE LUZ
DONDE LA LUNA SE VISTE DE NOCHE
PARA PASEAR SU BELLEZA SERENA
POR LAS RAMBLAS DE MI HERMOSA TABERNAS.

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