A mi cenicienta particular, que nunca perdió un zapatito de cristal, que ya no busca un príncipe azul y despidió a su hada madrina porque no quería ni un cuento más. A esa mujer cuya sonrisa saluda mis días y su voz acompaña mis horas. Regalas cariño allá por donde vas, palabras que se hacen caricias en la soledad, sentimientos tan dulces que son un roce precioso en la eternidad. Tú me cuidaste cuando mi corazón solo era un juguete roto en manos del destino, tú me regalaste tu regazo para que pudiese llorar, tú me enseñaste lo que es el amor de verdad. Por eso te regalo estos tímidos versos que solo son una pequeña brizna de gratitud en ese universo de bondad que es tu corazón, por eso quiero dejarte un pedacito de mi felicidad que también es tuya. Ahora que el amor me hace visitas de diario y mi corazón tiene puesto el cartel de ocupado quiero que sepas que tú que velaste el erial de mi tristeza tienes un lugar perpetuo en el vergel de mi alegría.
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