lunes, 9 de marzo de 2015

ALEA JACTA EST

Paseando por la calle me encontré con un hermoso sueño del pasado, no me reconoció, o tal vez hizo como que no me vio. Sentí una punzada en el corazón, y cuando mis palabras se cruzaron con su desdén, fue entonces cuando comprendí, que el edén no estaba en su recuerdo sino en su olvido. Que su risa es solo felicidad pasada, que sus palabras solo son ecos remotos de tiempos perdidos, que una vez fue la reina de mi regazo y mis rodillas su paraíso, pero que nada de eso importó cuando su progenitora decidió que era mejor ser una fulana arrogante que una amiga leal y una buena madre. Que no es disculpable la traición, que todos tenemos un corazón, no solo ellas, que se pelea por lo que se ama y se ama a quien lo da todo por ti. No basta una sonrisa cuando el mundo se inunda de tristeza, no vale obviar las tragedias porque dé miedo enfrentarse a la vida, no te puedes quedar mirando cuando las personas que quieres lloran de espanto. Ahora, el tiempo ha pasado, y cuando me cruzo con su ignorancia es cuando estoy más seguro de que marcharme fue la mejor decisión, de que no había lugar para mí en su pequeño corazón. He aprendido a vivir sin ellas, su puesto nunca lo ocupará nadie porque a nadie querré como a esas gemelas, pero en su olvido habita mi recuerdo, y los recuerdos se pierden cuando el tiempo escribe presentes con labios que prometen sueños imposibles. Algún día tendré una hija de verdad, y cuando la mire recordaré por quien merece la pena luchar, que una vez, cuando el tiempo era joven, amé a unas niñas que hice mías sin serlo, que las hice mías porque su felicidad era la mía, que renuncié al mundo por tenerlas en mi regazo, y cuando mire a mi hija sabre que todo lo demás solo era una hermosa mentira.

No me duele su desprecio, me duele la vida gastada en corazones volátiles que albergan sueños pequeños, la ignorancia que disimula su total falta de principios, que una vez mi vida fue la suya y la cambiaron por un mundo amarillo, que me dijeran a la cara que yo era su padre pero me tratasen como a un desconocido, que me tuviese que marchar de sus vidas porque no movieron un dedo para que me quedase. Eso es lo que me duele. 

Hoy me he cruzado con un sueño y he visto que hacia la calle por los arrabales del desencanto, me ha mirado y ha vuelto su rostro, vergüenza o orgullo, no lo sé. Solo sé que nunca se enfrentaron al mundo real, que una vez hace ahora un año, volvieron también su cabeza para no verme llorar, que solo son unas cobardes que no se quedaron a luchar, que cuando me llamaban padre solo era una mentira más.

Un año ha sido suficiente para borrar una vida. No hace falta más cuando las personas beben de la ignorancia y se alimentan de la dejadez. Cuando su reino es el reino de la estupidez.



UN SIMPLE ADIÓS A QUIEN NO MERECE NADA MÁS
NI UN LUGAR EN LA MEMORIA, NI UN RECUERDO EN EL CORAZÓN.

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