No me busques, nunca querrías encontrarme. Soy tormenta desatada que destruye todo cuanto toca, que pasea su furia por las noches del olvido y derrumba los muros francos de la nostalgia. Soy el ángel exterminador que degüella el destino con la guadaña del desaliento, que cercena las injusticias con el filo romo de la intolerancia, que pasea su negra figura por los corazones blasfemos que entonan letanías moribundas. Soy la venganza que se presenta de improviso y ajusta cuentas con la indiferencia, que clava sus colmillos en los deseos lascivos que acechan en la oscuridad del pasado, que devora la soledad que se oculta en el camino del desaliento. Soy las fauces del miedo que te citan esta noche para rendir cuentas al cielo, para que visites el infierno de la desesperación, para que sientas el escalofrío que otorga la necesidad cuando necesitas sus besos. Soy palabra y muerte, verbo y vida, silencio y desolación. Soy la espada de la justicia que se clava en la deslealtad y corta de un tajo la malicia que se alimenta de la buena voluntad. Soy la mano de Dios que redime el pecado del mundo y otorga el perdón a las almas que se mueren en los salones del infortunio, la benevolencia que descubrió que el mundo es cruel y necesita un castigo, el devorador de sentimientos que se alimenta de todos los falsos momentos. Soy guardián y ejecutor, castigo y perdón, condena y salvación. Soy el azote de los justos y la furia devastadora de los inocentes, el aliento del dragón que reduce a cenizas la traición y convierte en despojos los restos de sueños indignos. Soy uno de los jinetes del apocalipsis trayendo las plagas bíblicas a los corazones que ofrecen destierro y lágrimas, que surca las negras llanuras de la mentira para engendrar desgracias en las vidas de quienes solo ofrecen miseria, que transforma el odio en lamentos, la vida en muerte, el orgullo en locura. Soy el pasado que siempre regresa a saldar las deudas pendientes que roen los cimientos de sonrisas obscenas, que trae al presente todos los recuerdos que se mueren en el vientre de la dignidad, que acecha entre los restos del infortunio para asestar el golpe de gracia a esa dama de ojos claros y alma oscura que llaman necedad.
Si me encuentras huye porque soy el portador de tu angustia, el heraldo de la intolerancia que trae el terror a las vidas que solo albergan crueldad.
SOY LA PESADILLA QUE AGUARDA EN LA OSCURIDAD,
LA MUERTE QUE ESPERA IMPASIBLE AL TIEMPO.
SOY LA VENGANZA QUE CABALGA A LOMOS DEL MIEDO,
Y ESTA NOCHE QUIERO SACIAR MI HAMBRE MILENARIA
CON LA BELLEZA OBSCENA DE TU NEGRA ALMA.
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