Una madre es el regazo
que te cobija cuando solo sientes tristeza. Los besos que nunca mienten cuando
solo conoces mentiras. El amor que jamás cesa porque nada puede herirlo. Una
madre es el paraíso al que siempre puedes regresar cuando tu vida es un infierno
del que no puedes escapar, porque su mano siempre estará presta a ayudarte sin
hacer preguntas y sin pronunciar un solo reproche. Una madre es el
principio y el final de la felicidad. Un reguero de besos que perduran en la
eternidad. El cariño que se queda cuando todo lo demás se va. Una madre es un
suspiro que resuena, para siempre, en los salones del alma. Por una madre se derraman lágrimas, se
conquistan imposibles, se engendran esperanzas. Una madre te regala sonrisas
cuando la tristeza se viste de fiesta y saca tu corazón a pasear. Planta cara
al destino y borra con su aliento las ganas de llorar. Una madre nunca pregunta
el porqué, tan solo te abraza y deja que el tiempo se detenga entre sus brazos.
Una madre te tiende su mano y desafía al peligro para regalarte la seguridad.
Prefiere consumirse entre la pena para no dañar tu felicidad. Una madre sufre
en silencio sin exhalar una queja, y lucha a tu lado en cada batalla sin
importar las heridas que causan las palabras. Una madre tiene dos corazones, el
suyo y el tuyo. Una madre vive en el cariño de sus hijos, en la alegría de una
sonrisa que escribe un “te quiero” con labios sinceros. En el pensamiento que
nunca te abandona, en las noches en vela que se escriben con las notas de la
espera, en los besos perdidos que siempre puedes encontrar en sus labios, en
los recuerdos perennes que te hacen compañía cuando te has perdido. Una madre
te mira y no necesita nada más para ser feliz. Una madre nunca tiene su corazón
vacío porque tu amor siempre está jugando con la ternura que visten sus
sentidos. Una madre es la isla en la que buscas refugio cuando te hallas
perdido en el océano de la vida. Una madre siempre está, aunque tú no la
sientas, solo tienes que extender tu mano y podrás rozar un amor que habita en
la eternidad.
A mi madre que me dio la vida y la felicidad, que luchó, y aún lo hace a diario, para hacer de mí la persona que soy. Ella vive en mis actos y yo vivo en su pensamiento. Donde quiera que vayas mi corazón irá contigo.
A mi madre que me dio la vida y la felicidad, que luchó, y aún lo hace a diario, para hacer de mí la persona que soy. Ella vive en mis actos y yo vivo en su pensamiento. Donde quiera que vayas mi corazón irá contigo.
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