Se murió de soledad, rodeada por la oscuridad del silencio y atrapada por las garras del olvido. Una sucia cochera fue su tumba, y la ausencia de sus ladridos un homenaje póstumo a quien nunca tuvo corazón. Aún recuerdo sus juegos, su lengua morada y sus ojos dulces. ¿Cómo olvidarla?. Las esquirlas de su ausencia aún están clavadas en mi memoria, y en lo más hondo de mis entrañas aún puedo sentir como corretea por los pasillos de mi nostalgia. Me perdí entre sus cabriolas de cachorro divertido, entre sus saltos alocados y sus gruñidos de felicidad. Aún hay noches en las que juego con ella, en las que puedo sentir como su lengua lame mi rostro con besos hechos del cariño más sincero. Una tierna bolita de pelo que se quedó entre los sueños que perduran en la eternidad de momentos efímeros que nunca mueren. Ya no escucho sus ladridos, ya no corre desbocada por las calles de mis sueños, pero si pudiese detener el tiempo me gustaría abrazarla de nuevo y murmurarle, entre caricias, lo mucho que la quiero. Mía fue la culpa por regalarle latidos de felicidad a quien no tenía corazón, por condenar al ostracismo a un cachorro que solo quería escapar de la soledad, por pensar que una mala persona puede tener una buena conciencia, por confiar que una persona sin corazón podía sentir amor. Murió de olvido aunque yo nunca la puedo olvidar.

A VECES AQUELLO QUE QUEREMOS SE VA PARA SIEMPRE
PERO LA FELICIDAD DE SU RECUERDO SE QUEDA EN LA ETERNIDAD.
RETENIDA EN LAS ESTANCIAS DE CORAZONES QUE NO SABEN OLVIDAR.
CORRETEANDO ENTRE LOS RECUERDOS QUE LLENAN LA SOLEDAD.
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