Mi corazón sufre ataque tras ataque como si fuese un objetivo selectivo al que hay que eliminar a cualquier precio. No sé en cuantos pedazos estará roto, me da miedo mirar porque es posible que jamás vuelva a latir con el mismo ímpetu con él que lo ha hecho hasta ahora. Me da miedo abrir mi corazón y encontrarme un mecanismo roto, desecho por la desidia humana, un puzzle de sentimientos romos que se ahogan entre estertores de la estupidez humana. He amado sin reservas, sin pedir nada a cambio, he amado tanto que incluso no me ha importado que no me amen. Una vez pensé que mi amor sería suficiente para mantener a mi lado a la persona que amaba, craso error, de nada sirvió que mis latidos le diesen una vida que vivía gracias a mi, se fue sin despedirse, sin volver la vista atrás. Me dejó con el alma desnuda y la mirada vidriosa, con un hatillo de recuerdos que vagaban por las salas oscuras del desencanto y se marchó sin dedicarme un triste adiós. Ahora mi corazón, se muere en silencio, se muere porque la mujer que tenía que cuidarlo por encima de todo lo ha atravesado con la fría espada de la indiferencia, porque jamás pensé que la traición a mi vida vendría de sus labios, que mi corazón estaba a salvo en sus manos, que siempre latiría al son de sus besos, y que el fiero dictador que es el tiempo no podría con el amor que me había regalado. Mi corazón se muere, agoniza entre los retazos de pena que me dejó su traición. Yo la amaba, como no amar sus labios, sus palabras que creaban poesía en una vida que era nuestra, en un corazón que la veneraba sin pedirle nada, porque la tenía a ella. Idolatraba su nombre, mi pensamiento era un homenaje constante a todo aquello que me había dado, pero sobre todo era un canto desesperado a un amor que solo sabía escribir su nombre, Begoña. Cada vez que lo pronuncio siento un nudo en el estómago y una opresión en el pecho, es su amor que inunda mi cuerpo y casi me ahoga en un mar de besos olvidados. Mi corazón está hecho añicos, aún no lo he mirado, no quiero mirarlo, pero sé que esta roto en tantos pedazos que será imposible que vuelva a amar a otra, tampoco lo necesito. Yo le dí mi amor para que lo cuidase, porque era mi destino, era el camino que me llevaba a una felicidad hecha con sus mimos, y ahora vago sin corazón por las tristes salas del olvido, desnudo de sueños, hambriento de unos besos que ya no saciaran mis deseos, sediento de unas caricias que jamás calmaran la sed de amor que fluye en el devenir de los días. Solo soy un cuerpo vacío, donde un corazón roto, agoniza de amor por el deseo de una mujer fría, a la que yo le entregue mi vida, para siempre, porque en su corazón guardaba todo el fuego de mi pasión, que a pesar de su traición, es inmortal en el tiempo y en el espacio.

MI CORAZÓN MURIÓ DE OLVIDO
HAMBRIENTO DE TUS BESOS PERDIDOS
Y YA NO EMITE LATIDOS
SOLO TU NOMBRE, ENTRE TRISTES QUEJIDOS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario