sábado, 31 de enero de 2015

LOS MONSTRUOS DESAPARECEN CUANDO TE ENFRENTAS A ELLOS

Hoy me he enfrentado a mis demonios, los he mirado a la cara, y he visto tanta infelicidad que no he podido sentir otra cosa que no sea pena. No queda nada de aquellos sueños que pululaban por un sofá lleno de recuerdos, y solo he sentido el frío orgullo de la derrota mirando mi felicidad. El tiempo pone a los sentimientos en su sitio y desvela el verdadero rostro de las personas que te rodean, solo de ti depende que te des cuenta de lo que son y que huyas de sus vidas como alma que lleva el diablo. No me preocupaba estar delante de un ser tan ruin que antepuso su libre albedrío al de sus propias hijas, que pasó a cuchillo todo lo bueno que había en su vida para después arrojarse a ese vacío insondable que es la desesperación. Me recuerda a los escorpiones, que cuando no ven otra salida terminan clavándose su propio aguijón, y ahora que la he mirado a la cara, no he visto nada, un mar de arrugas y desolación. No hay nada peor que una mujer desnuda de ilusión, es un espectáculo terrorífico. Hubo momentos en los que pensé que debía destruir a esa dama que la vida había convertido en una abominación, cuando siempre lo fue aunque yo nunca lo quisiese ver, clavar la espada de la furia en sus negras fauces y que dejase de escupir veneno, pero cuando la he mirado solo he visto un ser humano derrotado por los acontecimientos, una mujer anclada a un orgullo tan viejo como ella, y no he sentido rencor, es una mujer sin vida, y mi corazón, donde antes rugía la furia, ha sentido una lástima como nunca había sentido antes. Yo que cambié mis días tristes por un precioso presente lleno de felicidad, que huí de los ajados brazos de la mentira, y encontré la belleza que destila un corazón sincero, un corazón dispuesto a darlo todo por un beso; ahora comprendo la terrible soledad que acompaña a la rabia, el dolor tan inmenso que acuchilla los sentidos y no te deja ser feliz, y lo que aún es más triste, te hace desear la infelicidad de los demás. Lo que nunca podré entender es lo que he hecho tantos años al lado de una persona así, como he podido compartir momentos y placeres con una mujer tan pobre en sentimientos y tan rica en orgullo. Ha pasado poco tiempo, y cuando me desterraron de ese espejismo que yo creía mi felicidad, pensaba que mi vida había terminado, cuan equivocado estaba, mi vida acababa de comenzar en ese momento. Si lo pienso con detenimiento, resulta casi irónico, en estos momentos tiene mi eterna gratitud porque su ignorancia y su orgullo me han llevado al regazo de la mujer más dulce y preciosa que mis sueños lloraban cada día, y que la tristeza de una vida atada a la decadencia me habían hecho olvidar. Ahora sé, que toda esa bazofia que escupe por su boca es tan solo la tristeza vestida con la túnica del desengaño, y, desde ese cielo que es mi felicidad solo puedo sentir una profunda pena por el infierno en el que vivirá para siempre. Infierno que ella construyó con sus propias manos, ayudada por las personas que tenían cerca y que en lugar de ayudarla, con buenos consejos, le empujaron con fuerza a esa celda llamada desaliento. Y hablo de sus hijos e hijas que se quedaron contemplando como su madre se arrojaba al abismo del infortunio y no hicieron nada para impedirlo.


Si la pena tuviese nombre de mujer se llamaría, sin lugar a dudas, Begoña. Hoy he contemplado un sueño viejo que se está muriendo poco a poco, y quiero estar lo más lejos posible cuando exhale su último suspiro, porque sé que con él se llevará por delante la felicidad de quien esté cerca, y no le importará lo más mínimo porque hace mucho tiempo que su corazón se murió de miedo, y sin corazón no puedes sentir amor por los demás ni por ti mismo.


LOS MONSTRUOS NO SIEMPRE LO PARECEN
ES CUANDO SE QUITAN SU MÁSCARA
QUE PUEDES CONTEMPLAR EN TODO SU ESPLENDOR
EL HORROR DE LOS ACTOS QUE PUEDEN LLEGAR A COMETER.


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