Una vez fui catedrático de corazones rotos, y nadie quiso darme una plaza para aprovechar mis conocimientos sobre besos y caricias. Ahora que soy poeta de amores eternos me llueven las ofertas para educar la soledad de corazones insolentes. Lo siento mucho, pero ya oposité a un precioso corazón y aprobé la plaza. Solo doy clases particulares cuando el amor se hace caricias y corretea desnudo por mi cama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario