Viajo solo, ligero de equipaje, casi desnudo como los hijos de la mar que diría mi admirado Antonio Machado. Es un viaje largo, un viaje cargado de pena donde los sentimientos se agolpan en mi petate y pugnan por escapar a mi corazón para herirlo de muerte. Un viaje donde la soledad baña las horas más tristes del día como un océano de sueños perdidos donde no hay descanso para el penitente. Paseo mi penitencia por la vida que me han dejado, por los rincones más oscuros de mi mente que se ahoga en mis recuerdos. Vago por los estertores de una muerte que se ha hecho compañera de viaje con el paso del tiempo y con la que he aprendido a conversar. El camino se me hace muy largo, un sendero infinito hecho con recuerdos perdidos y amores gastados, donde mi cuerpo pasea su escuálido ánimo como un condenado al olvido, que espera que el tiempo le devuelva los sentimientos perdidos, antes de que llegue su última hora. Un final que ponga fin a una historia que se muere de olvido en los anales del tiempo, en las habitaciones de una memoria que bosteza agotada de amores frugales que no sacian ni mi espíritu derrotado ni mi cuerpo expoliado. La soledad me toma la mano, a veces puedo sentir su frío toque entre mis dedos y cierro los ojos para abrazar los momentos de felicidad eterna que construyeron mi vida en torno a ti. Sí, mi vida, una vida donde el amor galopaba entre sonrisas eternas y caricias sinceras y ni el terrible paso del tiempo podía abatir. Ahora soy un héroe desterrado, Ulises vagando por los mares del tiempo buscando el camino de vuelta al hogar. Luchando contra los monstruos de la desidia, contra los dioses que claman venganza en un amor eterno, contra los feroces designios del olvido que desgarran mi carne con frenesí. Ulises encontró el camino de vuelta a casa y pudo, por fin, abrazar a su amada Penélope. Yo permanezco sumido en el viaje, luchando sin descanso contra los cantos de las sirenas que quieren alejarme de tu lado, perdido en las curvas del camino que dibujan senderos que me llevan a mi hogar, pero cuando miro en la distancia sé que yo jamás tendré un hogar al que regresar, que mi destino será vagar por la lúgubres sendas del recuerdo hasta que la muerte me de caza en los altares del tiempo, y que mi hogar, solo será un hermoso pensamiento perdido en el laberinto que forman mis recuerdos.

PERECERÉ BAJO LOS CANTOS DE LAS SIRENAS
PORQUE NO HAY CONDENA MÁS CRUEL
QUE NO VOLVER A PISAR TU HOGAR
Y ABRAZAR A QUIENES AMAS
AUNQUE SOLO SEA UNA VEZ MÁS