Hay personas que marcan tu vida, a veces, por motivos irrelevantes, y en otras ocasiones por sus acciones a lo largo de la misma o por su dedicación a los demás. Hoy a muerto, para mí, una excelente persona y un médico único, cuya vida ha estado puesta al servicio de todo un pueblo, y que a mí, personalmente, me ha tratado siempre con una profesionalidad y un cariño extremos. Y creo que hablo por mi pueblo cuando digo que hoy es un día muy triste, porque el cielo gana un ser humano impresionante, pero nosotros perdemos al que ha sido nuestro galeno durante tantos años, y para muchos un amigo en los peores momentos. A una persona que formó parte de nuestras vidas durante más de una década y que, ahora, perdurará en nuestro recuerdo por toda la eternidad. Quiero dedicar mis lágrimas y mi más sentido pésame a su persona, porque siempre estuvo cuando lo necesité, y aún cuando la enfermedad lo estaba venciendo fue capaz de regalarme a mí, y a mi pueblo, su mejor sonrisa y su total dedicación. Hoy que no está, pasean por mi memoria todos los momentos compartidos en su consulta o fuera de ella, y siento como la pena cabalga desbocada por las estancias de su silencio, silencio, que perdurará, para siempre, en mi corazón.
Donde quiera, que ahora estés, creo que te gustará saber que mi agradecimiento no se va contigo, se queda a vivir conmigo, porque el tiempo que, a veces, tiene la capacidad de hacernos olvidar será un homenaje a todo el bien que has hecho en este mundo.
Señor José Oliver, hoy me vas a permitir que te tutee; donde quiera que estés mi recuerdo está contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario