No merece la pena alcanzar con el tiempo la gloria si en el camino dejas perdidas las cosas que importan. Nunca creí en Dios, hay por el mundo tantas verdades que no preciso buscar mitos banales. Si Dios existe, en su infinita misericordia sabrá perdonar mis dudas y mi falta de fe, pero he visto en este mundo tantas atrocidades que por dejar, deje hasta de creer. Hice de la verdad mi doctrina y de las buenas acciones mi biblia, y viajé por el mundo intentando salvar lo insalvable, el alma humana, sin saber si su existencia era una verdad o tan solo una triste quimera. No me importó luchar, en batallas perdidas, por sueños que nunca veré cumplidos, y por ello he batallado hasta la saciedad, por vencer las lágrimas de un niño inocente o la tristeza del rostro de personas que merecían la felicidad. Vendí mi corazón a vidas miserables que no merecían ni el perdón, siempre fui un soñador cabalgando a lomos de la pálida ilusión. Tantas veces me enfrenté a la muerte que le perdí el miedo a mirarla a los ojos, pero nunca me di por vencido y luché, con todas mis fuerzas, por ganar un puesto en el Olimpo donde habita la bondad. He viajado a lugares donde el odio se vestía de diario, y la educación había huido hastiada de insultos perpetuos. Y en esos campos infectados de miedo planté mi valor, y no retrocedí ni un paso a pesar del fiero dolor. He luchado por la justicia en mundos heridos que solo guardaban rencor, y he paseado mi dignidad por corazones que olvidaron que es la pasión. Me quedé peleando por ideales que carecían de valor; siempre luché en batallas perdidas sin importar la razón. Amé demasiado la justicia y por ello más de una vez perdí el corazón. He luchado, solo, en campos hechos de celos donde vencí en todos los duelos, y tuve que ver morir, a mis manos, personas que quería con absoluta devoción, y al final del combate me alejé de sus vidas en esa montura que, algunos, llaman decepción. He combatido a sentimientos podridos de orgullo, a pasiones que escupían veneno por las fauces del olvido, pero mis labios nunca besaron a la oscura derrtoa, porque cuando luchas con la verdad las mentiras se mueren cuando las quieres tocar. He visto morir sentimientos cuya alma era más pura que el fuego, y nada pude hacer por salvarlos de un destino que no merecían. He derramado lágrimas hechas de pena por corazones que se murieron en mis manos y a los que no pude salvar, y más de una vez quise rendir mi espada a pasiones que solo querían cercenar mi ilusión. Pero aún vivo para luchar otro día, y aunque me hallé a las puertas el cielo siento decirle a San Pedro que no me puedo quedar, que si Dios existe le toca esperar, que este guerrero aún tiene un millón de batallas en las que debe luchar.
Si vives rodeado de guerra al final te conviertes en guerra. Un ávatar hecho de sueños heridos que destruye todo cuanto toca, que aniquila hasta los mismos cimientos de los corazones impuros que solo merecen una muerte atroz. Poco importa la existencia de Dios, la muerte nos hace a todos iguales y ante su presencia solo queda rendir tus armas y entregar tu corazón.
SIEMPRE ES PREFERIBLE MORIR DE PIE
DEFENDIENDO AQUELLO EN LO QUE CREES
QUE VIVIR ETERNAMENTE ARRODILLADO
AL SERVICIO DE LA INJUSTICIA Y EL MIEDO.
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