Nunca fui aficionado a vivir en las vidas que engendran tragedias en el vientre fecundo de sus días. Ni a vivir en amores que pasean su tristeza por mil corazones. No me gusta consumir lágrimas a diario, ni sentir como los tentáculos de la ira se aferran a mi alma y hacen de mi tiempo una perdida irreparable. No quiero el sexo sin gracia, ni el amor que se vende en los escaparates de la desilusión. No quiero campanas de boda por agradar a la costumbre, ni un traje elegante donde esconder la melancolía de mi semblante. No quiero vestidos blancos que presuman de pureza inmaculada, ni un cura con ropajes de gala que me diga que ya estoy casado, y menos aún, unos míseros papeles que me prescriban que, por fin, estoy enamorado. Nunca fui aficionado a mujeres fáciles, y quizás por ello siempre tuve amores difíciles. Ni a dejar tirados corazones en las cunetas de carreteras secundarias por las que escapar de sentimientos heridos. Siempre me quedé con las penas que me hacían llorar porque nunca pude negarles mis besos, aunque no supiesen besar. Ni sentí como una mano acariciaba la mía y me guiaba por los senderos de la gracia divina. No me gusta sufrir, pero vivo en amores que solo desean pedir, que cuando lloro ellos solo saben reír. Nunca fui aficionado a las pasiones que solo dejan orgasmos entre las sábanas, que cuando abres los ojos se han vestido deprisa. Ni a las niñas de bien que solo quieren que les digas los guapas que son, que no saben lo que es un corazón, y en su lugar llevan puesta una factura de Cristian D´ior. No quiero besos desnudos de sonrisas, ni sonrisas que no me den besos, no quiero mujeres hechas de celos, pero si que deseo unos labios ocultos que sepan a cielo. Nunca fui aficionado a los placeres banales pero si que he vivido en lujuriosos sueños orales. A las orgías nunca fui muy dado, soy de amores eternos que no comparten pecados.
A veces me muero, pero hay mujeres que resucitan a un muerto, con solo abrir sus piernas yo he vuelto del mismísimo infierno. Nunca fui aficionado a esas caricias que no dicen nada, no me gusta el silencio mientras deshago la cama. Ni quiero amantes que me digan mentiras, ni noches de lascivia que huyan al alba. No quiero perseguir anhelos hechos de besos vacíos, ni promesas que me engañen con el primero que llega. Nunca fui aficionado a engañar al destino, porque tarde o temprano te obliga a pagar peaje por sus tortuosos caminos. No he plagiado el cariño, siempre que lo he dado ha sido mío, solo mío, de nadie más. No acostumbro a regalar sermones, ¿quién soy yo para juzgar otros amores?. Nunca fui aficionado a evitar el perdón, y nunca jamás he herido, a sabiendas, ningún corazón. No quiero mentiras hechas de besos, prefiero la verdad aunque me duela la vida. Nunca he vuelto al escenario de un crimen, cuando te vas es importante saber que no has de volver, aunque el dolor se haga insoportable y tus deseos tiriten de ganas por volverla a ver, de nada sirve, y a nadie ayuda.
Nunca fui aficionado a escribir poemas pero hay mujeres que se merecen poesías enteras, tantos versos que no haya amor capaz de contenerlos. No quiero entrar en una habitación y sentir la soledad infinita, ni pasear por la calle herido por la ausencia de lo que fue y ya nunca será. No quiero abrir el pasado y comprobar, con tristeza, que aún no te has marchado. Nunca fui aficionado a olvidar lo inolvidable, pero, es conveniente saber, que cuando habitas en el olvido no puedes vivir en los sueños que hoy quieren jugar contigo. Y yo quiero jugar todos los días de mi vida, que la felicidad me haga el amor cada mañana y se acueste conmigo cada noche, sin miedos ni reproches, porque aunque no soy aficionado a los finales felices si lo soy a los amores eternos, que cuando me miran no esconden la verdad, que me abrazan y siento la eternidad en mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario