23 de Agosto de 2014
"Si me orinas encima no me digas que está lloviendo"
¿Me llamas egoísta por no quedarme a contemplar como engulles mi corazón y devoras los restos de mi amor?. Prefiero morir en la soledad de la tristeza de una ausencia infinita, que vivir a tu lado y perder los pocos sueños que aún no me has robado. Vivir en los pecados que yo no he cometido es un castigo excesivo para mi alma, que solo quiere un corazón donde posar su amor y unos labios que le regalen besos hechos de ternura. No pido más, pero eso es algo que tú nunca me pudiste dar, y lo siento mucho, pero no necesito tus labios resecos, ni tus ojos perdidos, ni tu pecho gastado, ni tus manos que no me dicen nada cuando me tocan. Necesitaba volar tan alto, tan alto, que la tristeza de tu vida y el aroma a palabras vacías que ibas dejando por los rincones de mi existencia no pudiesen herirme, por eso me fui, y hoy doy gracias a mis amigos por hacerme ver que vivía de sueños imposibles, sueños que casi me cuestan la vida. ¡Que ciego he estado!. Quédate con las ilusiones pasajeras que no te darán nada, que cuando se vayan te dejarán mis recuerdos, que cuando te dejen sin besos pensarás en los míos, que cuando te encuentres sola, buscarás en el pasado mi compañía. Yo no comparto mi amor con nadie, ni quiero conocer las debilidades de la carne que piensas cometer. Tú, que me exigiste fidelidad, mientras tu vida era visitada por rostros de hombres sin nombre que dejaban un regusto amargo a dudas y reproches. Tú que me decías que mi vida estaba rodeada de mujeres, cuando mi corazón solo latía al son de tus necesidades, al ritmo de una vida triste que se asfixiaba en los celos estúpidos de un corazón frío. Tú, que mientras yo resolvía los problemas de tu vida, buscabas por internet un sustituto para mi amor, sin saber que mi amor se moría por ti. Cuanta ignorancia albergas en tu ser, cuanta estupidez escondida en una mente demasiado simple para discernir la verdad entre un montón de mentiras creadas por ti. Ahora que no estoy, y no conozco a Guille, puedo contemplar la magnitud del problema desde una distancia que no afecta a mi razón. Ahora que no estoy, sé, que nunca debí estar. Me he creado muchos enemigos por permanecer a tu lado, me he pasado los años resolviendo problemas que tú nunca quisiste resolver. Hice de tus hijos los míos, y los quise como si fuese su padre, y vaya pago que he tenido con ellos, pero eso es otra historia. Abandoné mi camino para caminar por el tuyo. Luché contra todo y contra todos por regalarte la felicidad de una vida tranquila y un amor inmortal; no merecías ni lo uno ni lo otro. Ahora lo sé. He perdido tanto tiempo en tu vida, tanto, que casi había perdido la mía.
Te veo cogida de la mano de otro, y no puedo evitar una sonrisa, no es felicidad, no es tristeza, es pena, pena por ti, porque cuando conozca la oscuridad que habita tu corazón huirá tan lejos que no lo podrás rozar ni con el pensamiento. No me importa, no lo siento. Me gustaría que fueses feliz, pero vas por el mundo regalando tanta desgracia, que algún día, en algún lugar, el mundo te la devolverá, con creces, y entonces comprenderás la persona que eres y lo que se puede llegar a sufrir. Yo no lo veré. A mi no me importará, de hecho ya no me importa. Escribo estas lineas porque mi alma necesita pensar, no en ti. Pensar en los años que se mueren de angustia en los salones de una devoción que se murió de olvido. Me gusta escribir, recordar; no quiero olvidar todas las palabras que me has regalado, no solo en estos meses donde me has ido humillando día sí, y día también. Estar enamorada es hermoso, faltar al respeto a quien te lo ha dado todo es, como tú dices: SER GENTUZA. A lo largo de los años me he guardado tus insultos en mi corazón porque te quería, pero no los he olvidado porque me dolieron. Ahora los conservo todos, guardados entre los algodones de una melancolía que pugna por huir a paraísos hechos con viento el norte y besos del este, pero los tengo todos guardados. Un colección de impropios maravillosa y muy larga.
No te voy a reprochar nada, porque ahora sé que tu abandono ha sido el mejor regalo que me has hecho en estos años, el mejor. Me has regalado tu ausencia envuelta en dolor, tristeza, angustia, soledad, odio e incomprensión. Una vez que la he desenvuelto y cada uno de estos sentimientos han ido cayendo en la papelera de mi razón solo queda tu ausencia, y es maravilloso sentirla cada vez que cierro los ojos y tú no estás; nunca debiste estar. La vida está llena de errores y tú has sido el mayor de todos los que he cometido. En un principio lo sentí por tus hijas, no quería irme por ellas, pero el tiempo es el juez más justo, y esta vez el tiempo me mostró que no merecían mi amor. No saben o no quieren luchar, son tan cómodas como lo has sido tú, y como ya les dije a ellas y a ti te lo digo ahora: "no merece la pena luchar por quien no lucha por ti". Y nadie en esa familia merece un minuto de mi tiempo, ya he malgastado tanto en todos ellos que no tengo más. Y tú que presumes de ser justa, allá por donde vas, mira en tu corazón y quizás te sorprendas de la poca justicia que habita en él, y de la escasa verdad que eres capaz de ofrecer a quienes te ofrecen su sincera amistad.
No entres más en mi vida, Señora. Me dijiste que me fuese, que tú ibas a hacer lo que te diese la gana, y que yo no tenía sitio en tu vida. ¡Oh sí!, si que lo tenía para llevarte al cine, para ir a comer juntos, para ver películas en tu casa, para darte trabajo y ayudarte a no perder el que tenías, para eso si me necesitabas. Gracias, Señora, por concederme la posibilidad de disfrutar de las migajas de tu presencia, y por invitarme a comer con ese señor, por ofrecerme la posibilidad de ver partidos de baloncesto a su lado, por instarme a conocerlo, pero sobretodo te doy las gracias por meterlo en mi vida, así sin consultarme, sin sentarte conmigo y explicarme que ya no me amabas, por no decirme a la cara que tu corazón ya no era mío y que se lo dabas a otro cuando, cada noche, cerrabas la puerta y me echabas de tu casa. Gracias por ser tan considerada conmigo, por agradecerme todos estos años con un millón de traiciones, por llamarme amigo mientras me regalabas mentiras, y tus secretos se los contabas a otra. Gracias Señora, por una mañana de invierno donde me engañaste sin un ápice de vergüenza y te fuiste con otro mientras yo me moría en tu amor. Gracias por tener la desfachatez de llevarlo a los partidos de baloncesto donde yo estaba y tratarme como si nada pasará. Gracias Señora, por mostrarme lo que mucha gente me decía y yo no quería creer. Eres una pésima persona, una cobarde que nunca ha sido capaz de dar la cara, ni con tu marido ni conmigo. Sé feliz, pero tan lejos de mí que no pueda sentir el olor nauseabundo de tu presencia. No te guardo rencor por abandonarme, como te he dicho es el mejor regalo que me has hecho, pero si que te lo guardo, y mucho, por la forma de hacerlo, por tu cobardía y tu falta de honestidad. Eso, Señora, eso es imperdonable.
POSTDATA:
Y gracias por prohibirme acercarme a tus hijas y entrar en tu casa. Fue la última prueba de la persona que eres. Fue una prueba de egoísmo y falta de cordura tan grande, tan grande, que comprendí que solo eras una arpía que había vendido su alma por unos polvos deprisa y unas promesas vacías, y en tu pregunta de si eras una mala madre está la respuesta, no lo olvides nunca. Y tus hijas que no fueron capaces de plantarte cara mostraron una cobardía tan grande como la tuya. Y después de ese acto tan rastrero tienes el coño, y perdón por la expresión, de mandarme un mensaje diciéndome que soy un cabrón y un hijo de puta, me comparas con tu Román, a mí, que a pesar de todo lo que me habías hecho continuaba a tu lado, que he dado tus clases para que tú las cobrases, que me he desvivido para hacerte feliz, que te he dado el trabajo que tienes, que me marché de tu vida cansado de tus mentiras y tus insultos, que me peleé con mi concejala para que no te despidiese, que te advertí que no podías irte porque tendrías problemas, que tuve que hablar con Sonia, porque nada sabían de ti y buscaban una sustituta. A mi, Señora, tienes la desfachatez de insultarme, a mí. Como dicen en mi pueblo: "que te den por donde amargan los pepinos". Y haz el favor de no acercarte más a mi vida. Vive la tuya y procura conservar ese orgullo que tienes y que tanto daño te hace, porque dignidad, dignidad no tienes ninguna.
Y un último consejo:
Si no quiere que la llamen zorra, no actúe usted como tal.
(Yo nunca lo haré, pero no puedo hablar por el resto del mundo)
ALEA JACTA EST, SEÑORA
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