Una vez te dije que te esperaría siempre, que mi amor velaría tu vuelta hasta el fin de los tiempos. Mi amor se murió donde habita el olvido, se murió de nostalgia mientras esperaba algo que nunca iba a suceder, y resucitó en los brazos de otra mujer. Porque tú no lo sabes, pero hay mujeres que cuando miran regalan la vida, tú no lo puedes saber, me di cuenta cuando salía de tu casa y dejaba a tus hijas en ella. Me dí cuenta cuando en tu dormitorio me dijiste que me merecía todo lo que me había pasado; tú fuiste capaz de escupir por tu boca todo eso mientras llorabas. Yo intenté consolarte, pero no llorabas de pena, llorabas de rabia, porque es lo único que alberga tu corazón, rabia. Y aún así me prometí esperarte, pobre idiota, esperarte a ti, que has tenido la indecencia de pasear por mi vida tus amores y encima jactarte de ello. Que me has regalado la tristeza, y has restregado por mi corazón tus traiciones. No puedo esperarte, pero lo mejor es que ya no quiero esperarte. Vivo de prestado, es verdad, pero vivo en un corazón dulce, precioso, un corazón que me regala sus latidos; tú tuviste la indecencia de robarme hasta los míos.
Deseo tu felicidad, pero no a costa de la mía. Espero que tu egoísmo te haga entender esto, y sino lo entiendes vamos mal Bego, muy mal. Sé feliz, en brazos de uno o de mil hombres, como muy bien explicó una de tus hijas, pero no te acerques a mí, porque cuando estas en mi vida no te veo, pero te siento, y ese olor nauseabundo a sueños rotos no lo quiero cerca de mí.
Una vez te dije que cambié mis sueños por los tuyos. He recuperado mi sueños, los míos, los tuyos no me importan, si se mueren de pena o se revuelcan en el lodazal de una felicidad permanente, me es igual, créeme. Yo que te di mi amistad, que luché por ti cada día, y que no dormía cuando estabas triste, ahora no me importa tu tristeza, y duermo tranquilo muy lejos de tus sueños. Ni quiero migajas de tu alegría, no quiero ni uno de tus sueños que tanto defendí y en los que viví sin miedos. Quedátelos todos, pero no quieras vivir en los míos, porque entonces tendré que ponerme delante tuya y decirte, con la misma amabilidad con la que tú me has tratado, que no vuelvas a entrar en mi vida ni acercarte a mis amigos.
No hay nada más triste que romper una promesa, y yo esta noche rompo muchas. Esta noche dejas, oficialmente, de ser un sueño, ya no eres ni tan siquiera pesadilla, no eres nada, y nada significas para mí. Vete de mi vida y vive la tuya. Te lo digo desde la educación más selecta. Yo no voy a la puerta de tu casa a insultarte, y podría, como tú haces delante de la mía. No me obligues a romper la última promesa que te hice, porque eso me haría ser una mala persona, y no lo soy. De momento la mantengo, no me obligues Bego, no lo hagas. Aún conservas algo de mi, mi respeto, por favor, no lo pierdas.
Solo espero que leas esto, y sino lo lees tú, que alguien te lo haga leer.
No me importas, por favor, no hagas que tengas que volver a importarme.
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