lunes, 16 de junio de 2014
Suenas en mi alma como una canción de cuna rompiendo contra el mar. Tu voz se agita en mis sentidos como una nana acurrucada en la oscuridad del silencio. Te escucho aunque el sonido de tus labios lame mis heridas con recuerdos que no olvidan. El tiempo se desliza con suavidad, ya no es un puñal atravesando mi pecho, y tus palabras que eran carne se hacen verbo y en la quietud de mil promesas rotas te beso sin saberlo. No son besos apasionados, son besos hechos con lágrimas perdidas en tu rostro, besos que saben a soledad, besos que besan por besar, pero son tan dulces como aquellos besos que eran tu verdad. Besos escritos con labios dulces en las entrañas de tu deseo, besos que nunca fueron robados porque todos ellos eran besos dados, de tus labios a los míos, de tu pasión a mi poesía, besos escondidos en las habitaciones donde latía un amor correspondido, y tu risa se paseaba desnuda inocente como un corazón que ama y solo vive en el presente. Mis besos eran puros, nacían en mis labios pero vivían en los tuyos. Mis besos nunca habrían existido sin el cálido sabor de tus labios en los míos, mis besos nunca habrían sido besos, solo serían suspiros sin dueño rompiendo contra tus sueños. Pero me besaste, y esos besos son testigos mudos de lo mucho que me amaste.
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