jueves, 13 de marzo de 2014

EL ÚLTIMO BESO

Aún recuerdo su último beso. Las palabras suspendidas en el blanco manto de sus ojos, sus labios palpitantes entreabiertos, hechos con el deseo de un amor correspondido. Los suspiros tiritaban trémulos en su paladar como mariposas traviesas que juegan con la espera. Sus labios, fresas encendidas palpitando al son de un deseo tibio y húmedo. Mis labios la buscaron, sabía a nostalgia, a algazara, a deseos rompiendo contra su lengua. Cerré los ojos y el tiempo se detuvo para siempre. Un sabor a cariño que endulzó nuestras bocas como un elixir de vida bañando nuestras entrañas con efluvios de lenguas encontradas. Apenas duró unos segundos pero el placer se hizo eterno. Aún hoy, cierro los ojos y puedo sentir su lengua escondida entre mis labios. La dulzura de un susurro jugando ente dos bocas, el aroma a saliva dulce y caliente penetrando en mis entrañas. Nuestros labios cesaron de abrazarse, rompieron las invisibles cadenas de la pasión que los unía y sentí como el amor huía de mi cuerpo a través de mi aliento mal herido. Abrí los ojos y contemple la inmensidad de su hermosura, los caminos que sus ojos dibujaron con sonrisas. La miré y sentí que mi corazón se detenía, que su belleza alimentaría la soledad de mis días. Aún podía sentir su corazón palpitando, acelerado, pronunciando versos encontrados. No quería soltarla, sabía que la nostalgia me arrebataría su amor entre los hilos de un tiempo hecho de dudas. Sentía el cálido roce de sus dedos enmarañados con los míos. Sonrió, una sonrisa que dibujo un mundo, una sonrisa que aún hoy me acompaña en la soledad de las eternas noches frías. Fue el último beso que ella me dio y ella la última mujer que yo amé.



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