sábado, 22 de marzo de 2014

TROCITOS DE TI

Admiré su mirada perdida, toda la belleza que manaba de unos ojos que sin decir nada gritaban que me amaban. Sabía que mi corazón lucharía por ella hasta la muerte, que batallaría sin descanso por el placer de tenerla entre mis brazos, que su mirada perdida hallaría el camino del amor en el fondo de mis ojos que la aman con locura. No quise romper la belleza cautiva que envolvía cada uno de sus gestos, no quise que mis labios desnudasen su silencio, era tan  hermosa, tan frágil, tan dulce, era todo lo que quería y lo único que necesitaba. Las notas de su voz dibujaron tristeza en el lienzo de un dormitorio mecido por las sombras, cada palabra esculpía un sentimiento escapando del misterio como un verso de amor escapa de un poema herido. La había amado siempre, pero ahora, rota por el dolor, abrazada a una pena que la hacia aún más bella supe que siempre sería mía, que allá donde escapase mi amor la encontraría, que en los brazos de otros hombres buscaría el amor que solo mi alma poseía. Ahora no es mía, yo sé que si lo es, que lo será siempre hasta que el tiempo muera hastiado de amores baratos que la alejen de mi lado, pero un día, cansada de sueños rotos y promesas perdidas volverá a mi regazo, volverá a tomar mis besos como el único consuelo de amores perdidos en los caminos del destierro. Mis ojos la contemplaban con el fervor que solo despiertan los deseos más dulces, mis labios que solo deseaban a los suyos abrazaron la prudencia de un amor que se siente pero no se toca. Solo quería estar allí, que el tiempo no pasase, saber que en ese instante era solo mía, que el mañana me despertaría hecho añicos, que mi corazón lloraría su ausencia con la llegada del amanecer, pero ahora en el silencio, tímido y precioso, de su alcoba, solo era mía, mía hasta la llegada del nuevo día.


De un genio para su ama

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